LA RAYUELA

¡Animal!

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Los chinos comienzan hoy su año nuevo, el 4703, que es el Año del perro, símbolo de la lealtad, a pesar de lo cual, en la zona de Cantón se los seguirán comiendo. Y esta semana, los gaditanos sacaron a sus animales a la calle para ser bendecidos por San Antón. El cariño y atenciones que se dispensan a otras especies suele ser un tema de polémica entre los que consideran que estos recursos debieran reservarse para los humanos y los que defienden los valores y sentimientos de estos «animales inferiores».

El hombre como especie ha sufrido varias humillaciones a lo largo de su historia. La primera fue la «cosmológica», que Copérnico le infringió al egocentrismo universal del hombre, constatando que la tierra no era el centro del Universo. La segunda y más cruel, «la biológica», la realizó Charles Darwin con la demostración palmaria del evolucionismo de las especies, que coloca al hombre en una cadena genética en la que se diferencia de moscas, ratones y monos por bien poco, como todo el mundo civilizado sabe, aunque algunos se empeñen en negarlo (como el nuevo Creacionismo norteamericano) con argumentos propios del oscurantismo vigente hasta el Siglo de las Luces. La tercera se la provocó el psicoanálisis (Sigmund Freud), por aquello de la imposible autonomía del «yo» individual.

La cuarta la ha traído la sociología: el hombre es un ser social que carece de sentido fuera de la sociedad, gracias a la cual y a sus capacidades organizativas para luchar contra otras especias (caza) y contra sus congéneres (guerra), ha conseguido «distanciarse» de otras especies que poseen sus mismas características y cualidades, aunque no hayan tenido tanta suerte, habilidad o crueldad, para desarrollarlas.

Los hombres llevamos siglos inventándonos barreras que nos separan de los demás animales, ante la repugnancia de «ser como ellos»; y mientras, la ciencia no cesa de derribarlas una tras otra, demostrando que entre nuestra especie y las demás no hay una línea quebrada, sino una línea de puntos que, sin duda, los etólogos y antropólogos rellenarán con datos irrefutables. Y aunque éstos llevan decenios demostrando las habilidades lingüísticas o conceptuales y las capacidades para la innovación (fundamento de la cultura) y la creación, estas ideas no han trascendido al gran público. Jeremy Rifkin (un gran científico y divulgador de los problemas y desafíos de nuestro tiempo) poniendo ejemplos de cómo los animales tienen conciencia de sí mismos, sufren el dolor y en algún caso (gorila Koko) poseen un cociente de inteligencia mayor que el de algunos humanos, invita a la reflexión sobre la crueldad humana (espectáculos basados en ritos de la muerte como la lidia taurina o las peleas de gallos, la crianza y engorde en condiciones brutales, la experimentación sin control, etc.) y la necesidad de extender nuestra empatía hacia ellos como lo vamos haciendo progresivamente hacia la humanidad con los derechos humanos universales, incorporando los de los animales a las Constituciones, como ya ha hecho Alemania y lo hará la UE.

De la experimentación están saliendo «monstruos» creados en el laboratorio como cobayas: cerdos, chimpancés o ratas con células humanas implantadas. El sueño de cruzar criaturas ya es una realidad. Ahora le ha llegado la hora al hombre, que soñó desde la antigüedad con centauros y minotauros. Ya hay una propuesta para crear el Humanzee (hombre-chimpancé), aunque uno sospeche viendo los telediarios, que ya están aquí.