Sociedad

La chatarra espacial hará que la órbita terrestre sea intransitable en el año 2055

A partir de ese año, los choques entre grandes piezas será la principal fuente de nuevos fragmentos y basura en órbita Entre 1991 y 2005 se han registrado al menos tres colisiones

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Desde el lanzamiento del Sputnik 1, a mediados de los años cincuenta, el cielo sobre nuestras cabezas se ha llenado de basura en forma de fragmentos de satélites y naves espaciales de todos los tamaños, desde los pocos centímetros a varios metros de longitud. Tornillos, piezas de repuesto, herramientas, guantes, botas, paneles averiados, secciones enteras de cohetes y satélites completos ya en desuso son algunos de los miles de objetos que pueblan el espacio alrededor de la Tierra. En la actualidad, la Red de Vigilancia Espacial Norteamericana tiene registrados (y localizados en órbita) más de nueve mil objetos fabricados por el hombre, con un peso total que supera los cinco millones de kilogramos. Esta ingente chatarra constituye, cada vez más, un riesgo para la navegación espacial y un peligro muy concreto para naves y tripulaciones de todo tipo. La velocidad relativa de estos objetos, además, los convierte (incluso a los más pequeños), en auténticos proyectiles capaces de dañar gravemente, incluso de perforar, el casco de una misión o transbordador tripulado. O de colisionar entre ellos dando lugar a nubes de nuevos fragmentos mucho más pequeños, pero no menos peligrosos.

Los ejemplos no faltan. Sólo en los últimos quince años, entre 1991 y 2005, se han registrado por lo menos tres colisiones entre alguno de estos náufragos del espacio. La más recientemente documentada, ocurrida en enero de 2005, se produjo entre el cuerpo principal de un cohete norteamericano de hace treinta años y el tercer estadio de un lanzador chino CZ4, que explotó tras despegar en marzo de 2000.

El continuo aumento en el número de lanzamientos de satélites en las diferentes órbitas posibles ha incrementado, según un estudio que publicó ayer la revista Science, el riesgo de que se produzcan esta clase de colisiones. Y eso a pesar de que la propia degradación orbital hace que muchos de estos objetos vayan perdiendo altura y caigan a la tierra o se desintegren en la atmósfera. Y si aumentan las colisiones, opinan J. C. Liou y N. L. Johnson, los autores del estudio, también aumenta el número total de fragmentos individuales en órbita.

Simulaciones

Aplicando una simulación informática que tiene en cuenta tanto el ritmo de lanzamientos como la cantidad de fragmentos que degradan su órbita y caen, los autores creen que el número actual de objetos peligrosos se mantendrá más o menos estable hasta el año 2055, fecha en la que se disparará y hará que el espacio se vuelva virtualmente intransitable. Ese año, en efecto, la generación de nuevos fragmentos a causa de las colisiones del tipo de la citada anteriormente superará con creces el número de los que caen a tierra.

Y al haber nuevos fragmentos volverá a aumentar el riesgo de colisión entre ellos, dando lugar, en un círculo vicioso difícil de controlar, a nuevos restos.

El resultado, según los autores, es que se alcanzará una media de 18, 2 colisiones anuales (10,7 de ellas calificadas como «catastróficas») de aquí a los dos próximos siglos. y que cerca del 60 por ciento de todas esas colisiones catastróficas ocurrirá entre los 900 y los 1.000 kilómetros de altitud, es decir, en órbita LEO (entre 700 y 2.000 km), donde se encuentran precisamente los actuales satélites de comunicaciones.

Los mismos cálculos prevén que, en el citado plazo de doscientos años, se triplicará el número actual de objetos de diez o más centímetros, lo que a su vez aumentará en un factor diez el riesgo de nuevas colisiones entre ellos. Este crecimiento también se deberá en parte al aumento de los lanzamientos y al mayor tamaño de los cohetes. También se ha incrementado el número de satélites en órbitas polares, que tardan mucho más en degradarse que aquellos situados en otras zonas LEO.

La actual población de basura espacial en la región LEO ha alcanzado ya, según el estudio de Science, el umbral de la inestabilidad. A partir de ahora, ya está en marcha el proceso que hará de las colisiones entre fragmentos ya existentes de basura espacial el mecanismo principal de generación de nuevos residuos en el futuro. Los autores concluyen su estudio subrayando la necesidad de «limpiar» cuanto antes la franja más problemática.

Para ello enumeran algunas de las soluciones que se manejan actualmente, aunque ninguna de ellas parece ser la adecuada. O demasiado cara o técnicamente demasiado difícil.

Son necesarias, dicen, nuevas ideas, nuevas soluciones que eviten el colapso del cada vez más denso tráfico espacial alrededor de nuestro planeta.