esta noche el teatro villamarta de jerez estrena 'carmen' de george bizet, una producción propia sobre las pasiones, los celos y la independencia de una mujer indomable

La amante de la libertad

Esta noche el Teatro Villamarta de Jerez estrena 'Carmen' de George Bizet, una producción propia sobre las pasiones, los celos y la independencia de una mujer indomable

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Existe algo más erótico que una hembra indomable? ¿Que una sutil media que se desliza por una pierna? ¿Hay algo más carnal que lo intocable, que lo que se escapa, que lo íntimamente unido a la libertad? Cuando en 1972 George Bizet recibió el encargo de componer una nueva pieza para la Ópera Cómica de París sabía que el resultado debía ser algo grande. El reciente fracaso de Djamileh en ese año acuciaba la necesidad de dar luz a un proyecto suficientemente importante como para dotar de impulso su carrera. Nada le hizo intuir que la siguiente sería la última, la más ingente, la definitiva. La tormentosa historia de una cigarrera indómita que Prosper Mérimée había escrito más de veinticinco años antes le pareció un relato adecuado más allá de las reticencias de los directores del teatro que veían en la historia un argumento demasiado crudo para la época. A pesar de todo, la maquinaria se puso en práctica. Henri Meilhac y Ludovic Halévy transformarían las claves de la novela para crear un argumento con devenir propio y, tres años más tarde, veía la luz Carmen una obra definitiva que sacudiría los resortes de lo establecido para poner sobre el tapete las desgarradoras pasiones de una mujer insólita y de un soldado atormentado por los celos.

De la mano del director del Teatro Villamarta, Francisco López, esta noche y el sábado la atípica heroína de Bizet tomará las tablas del coliseo jerezano en un montaje que tiene «mucho de flamenco antiguo», en palabras del director de escena que ya llevara las riendas de otras obras de producción propia como La Traviata de Verdi o, más recientemente, Don Giovanni de Mozart.

Clasicismo

La nueva versión aborda el texto desde una clave clásica en el sentido más amplio de la palabra. Clásica por lo tradicional y folklorista en la representación de la Sevilla del siglo XIX, con sus tipos, calles y esencias últimas. Y clásica, también, por su contenido de tragedia griega siempre en torno a la fuerza implacable del destino. Una presencia inexorable y mortal encarnada en la bailaora flamenca María del Mar Moreno, que pone cuerpo y movimiento a los interludios entre los cuatro actos del montaje.

Cartel de lujo y afán trascendente, la obra tiene en sus protagonistas uno de sus ejes determinantes. La soprano grancanaria Nancy Herrera es el centro de acción del drama gracias a una interpretación que ya se ha ganado a la crítica internacional en su debut en el Metropolitan de Nueva York. Con idéntica pasión por una puesta en escena en la que ha profundizado por vez primera en esa interioridad del personaje, Herrera despliega un temperamento vocal y corporal que se liga a la perfección con el rol de la seductora cigarrera. Una fuerza que envuelve toda la obra y que, en opinión de la protagonista, viene de dentro «y no de su carácter festivo».

Apasionada y racial, Carmen es un mito más allá de modas y tendencias. Un personaje que ha trascendido al tiempo y las culturas para hablar de una mujer contemporánea y rompedora. Un alma libre que despliega sus encantos con la ligereza de quien se sabe imposible de asir. «Carmen vive al día, sin equipajes, lo que la convierte en un ser seductor y atractivo», asegura Herrera cuya interpretación del personaje de Bizet rezuma independencia y modernidad, más allá del habitual rol caprichoso y egoísta en el que se suele basar a la gitana.

Junto a ella, con toda la fuerza que da la desesperación, la impotencia frente al desorden y el amargo cáliz de los celos, está Don José, encarnado en la figura del tenor catalán Albert Monserrat. Un personaje complejo por su mezcla de pusilanimidad y culpa, de responsabilidad y rabia contenida. Para algunos, víctima, para otros verdugo, Don José es el ser enfrentado a la cordura, a la lucidez de entender que no lucha contra otro amante sino contra la libertad. Un personaje llevado por las circunstancias en el que el tenor desglosa las beldades de su límpida voz.

Partenaire natural del hombre de bien, del soldado que se apartó del buen camino, es la soprano Sabina Puértolas en el papel de Micaela, la casta prometida de Don José. Personaje inexistente en el texto de Mérimée, Micaela es el elemento introducido por los libretistas para personificar la inocencia y la virtud. La chica de largas trenzas y corazón puro que intentará zafar al brigadier del azote de su destino.

Con melodías y arias que se han hecho himnos del ideario colectivo, el último personaje principal de Carmen es el torero Escamillo, protagonista de uno de los extractos más conocidos de la pieza, Toreador. Es el barítono catalán Ángel Ódena el que une a la gravedad de su voz su elevada corpulencia convirtiéndose en el amante seguro y vanidoso que desatará los celos del soldado perdido.

Decorados tradicionales y un vestuario lleno de color y vistosos modelos completan una puesta en escena en la que el escenario llega a ser ocupado por más de cuarenta personas, entre ellas, también los niños del conocido Choeur de Gamins del primer acto, interpretado por los jóvenes miembros de la Escolanía Municipal de Música.

España de oídas

Animados por la atracción romántica hacia lo exótico, hacia aquello que escapaba del raciocinio para sucumbir en los reinos de las pasiones, tanto Mérimée primero, como Bizet más tarde, retrataron en Carmen el paradigma y modelo de aquellas obras que tenían en España y su folklore el horizonte de inspiración. Convirtiéndose con ello en modelo de una cultura que, sorprendentemente, la mayoría no había conocido pues ni el músico ni los libretistas pisaron nunca suelo español.

Al margen de la vistosidad del XIX y entendiendo la trama como un «viaje del amor a la muerte», el montaje de López ha querido ir más allá de la visión folklorista de Bizet incorporando detalles flamencos y eliminando otros que rayaban con el tópico. Así, mientras los dos primeros actos rezuman la felicidad y el erotismo del amor que empieza, la fatalidad comienza a tomar cuerpo conforme avanzan los cuadros siguientes. Mientras la música se torna lúgubre y los personajes se radicalizan y desesperan, el destino infranqueable se despliega dueño y señor de la vida de los personajes. Así, los acontecimientos se aceleran y la muerte se muestra como única salida a las pasiones. Delirios y vehemencias que probablemente subyagan en el definitivo éxito de la ópera desde su estreno en 1875. Una capacidad de seducción y hasta de obsesión de la que Bizet no pudo ser testigo. Tres meses después del estreno parisino de la pieza, el músico encontraba la muerte

Elogiada por Friedrich Nietzsche que compararía a su autor con Wagner -«Con Carmen abandonamos el húmedo norte y las brumas del ideal wagneriano. Esta música posee la atmósfera seca y limpia de climas más cálidos»- para convertirla en lo que llamó la expresión del arte mediterráneo, la capacidad de atracción de Carmen ha pasado a la historia de la música convirtiendo a su protagonista en una de las mujeres más admiradas y enigmáticas de la ficción. Tal vez porque su pasión última, aquella por la que dar la vida si es preciso, no tenía rostro, ni entendía de lazos. Tal vez porque anticipó la valiente imagen de quien sólo ama una cosa: la libertad.

«Jamais Carmen ne cédera!/ Libre elle est née et libre elle mourra!»