opinión

No hacen falta niños

Me da una pereza tremenda que a estas alturas la gente pierda los papeles por algo que es tan antiguo como el hilo negro

Yolanda Vallejo

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A Jair Domínguez, presentador del programa 'Està passant' que ha parodiado -por ser generosa- a la Virgen del Rocío levantando todo tipo de ampollas y en todas partes, le da «pereza» el jaleo que se ha montado. A mí me pasa lo mismo; me da una pereza tremenda que, a estas alturas, la gente pierda los papeles, el tiempo y los nervios, por algo que es tan antiguo como el hilo negro, es decir, reírse de las creencias de los demás no porque les haga gracia, sino porque así consideran que se sitúan un peldaño por arriba en la escalera de la moral y del progreso. ¡Ay, qué risa, vamos a reírnos de la gente que cree en los muñecos de madera!, ¡Venga, vamos a meternos con los curas y las monjas, uy qué transgresores que somos y qué modernos!, ¡corre, que hay procesiones y ya podemos decir lo de la inquisición y los burkas! ¡qué risas nos echamos, jaja! Me da todo mucha pereza.

Será que a mí me da exactamente igual lo que la gente crea, o será -seguramente sea eso- que no me molestan los 'racaraca' de los cofrades, ni tampoco me molesta que la gente mande a sus hijos a la escuela concertada -empatando ya en fracaso de crítica y público con la pública, por cierto-, ni siquiera me molesta que a la gente le moleste tanto. Me da pereza, mucha pereza. Por eso, todo el rollo de la andaluzofobia y de la supuesta laicidad de la Semana Santa -un pedazo de oxímoron como una catedral- me suena a más de lo mismo. A gente que se cree que está poniendo el pie en la Luna a cada paso que da, a gente que se cree que los demás no tenemos memoria, ni histórica, ni de la otra y a gente que se empeña en hacer un drama de todo y en cogerse una rabieta, como los niños chicos para llamar la atención.

Verá. Hace justamente cuarenta años -me da rabia, pero lo de los cuarenta años no nos lo quitamosnunca de encima-, en 1983, El Joglars estrenaba 'Teledeum'; estábamos todavía acabando los postres del franquismo cuando Albert Boadella presentaba lo que llamó «una comedieta de sotanas y casullas» que levantó más polvareda en la prensa del momento que en los espectadores que llenaban las salas por donde pasaba aquel espectáculo en el que se daban cita un calvinista francés, un testigo de Jehová belga, un mormón alemán, una católica cismática estadounidense, un cardenal italiano, una monja valenciana, un evangelista norteamericano y un monje catalán que ensayaban, en un estudio de televisión, una concelebración religiosa más surrealista que ecuménica, y con una carga de provocación irreverente, que asumía la compañía de teatro con total naturalidad. El estreno en Alicante, con la sala llena, provocó queobispos de distintas ciudades y grupos conservadores pidiesen la retirada de la obra y que, en el debate del estado de la nación, Manuel Fraga y el presidente del Gobierno, Felipe González, discutiesen sobre la financiación de la obra. Salubridad democrática, dicho sea de paso. Porque entonces se hacían así las cosas. Año y medio estuvo «Teledeum» en cartel, girando por toda España.

No sería la primera vez, desde luego, que Boadella ponga sus obsesiones en escena -cada uno lidiacon sus obsesiones como puede. En «Los virtuosos de Fontainebleau», estrenada en 1986, la virgen del Pilar aparecía, a los acordes de la jota del maestro Bretón, tocando la pandereta y bailando con el, entonces, perpetuo presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, para luego pelearse al más puro estilo barriero con la Moreneta, ante el regocijo de un público entregado. Y, años más tarde, en su polémica «Yo tengo un tío en América» -encargada por la comisión de actos de la celebración del quinientos aniversario del descubrimiento de América- aparecerían la Macarena y la Virgen de Guadalupe rivalizando en un delirio hispano-americano de indígenas y monaguillos. Nadie le quita el mérito provocador a Boadella, que incluso fue declarado persona non grata en Cataluña -en Cataluña- por hacer una parodia de la Virgen de Montserrat en el programa de Javier Gurruchaga.

Total, que como puede usted comprobar, al lado de lo de El Joglars, lo de TV3 ha sido un juego de niños. Que sí, que los andaluces llevamos todos los sambenitos colgados del mismo cuello sometido por el mismo yugo durante muchísimo tiempo y que sí, que los delitos contra los sentimientos religiosos existen en nuestro país. Que sí. Pero también es cierto que en esta especie de infantilización colectiva que nos ha poseído, estamos perdiendo los papeles a pasos agigantados.

Que Teresa Rodríguez se marque un emérito al estilo de «lo siento mucho, no volverá a ocurrir», por la repercusión que tuvo su comentario en redes sociales, una repercusión que en sus propias palabras «no había calculado ni previsto», es sintomático de que estamos jugando sin reglas, sin instrucciones, como niños pequeños; y denota la poca salud democrática que tenemos y la correa tan corta con la que nos sacan a la calle.

Y eso que no voy a entrar en los límites del humor ni esas cosas, porque la verdad es que lo de la televisión catalana tenía poca gracia, por no decir ninguna. Pero como no quiero que me acusen de catalanofobia ni de frívola le diré una cosa: no hacen falta más niños en este país, por mucho que las aulas se estén quedando vacías, con los que tenemos al frente de las instituciones, tenemos bastante.

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