El año del conejo y la chistera

Y lo peor, es que lo peor está por llegar, que no hace falta ser un lince para darse cuenta. O tal vez, estamos abriéndole la puerta a lo mejor porque, por si usted no se había enterado, estamos inaugurando un año electoral

Yolanda Vallejo

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Todo pasa, decía el poeta, y buena prueba de ello es que estamos aquí, en las primeras páginas del almanaque de un año nuevo que recién estrenamos y que ya parece de segunda mano. Un año, si usted lo prefiere así, vintage. Porque nada de lo que traiga este 2023 nos va a sorprender –o tal vez sí- tanto como el año que hemos dejado atrás, y que se ha marchado dando titulares hasta el último momento. No, no se preocupe que no pienso volver la vista atrás para ver la senda que nunca se ha de volver a pisar, que también decía el poeta. Todo pasa, y ya es pasado. Más de la mitad de los españoles consideran que 2022 ha sido un mal año en lo personal y en lo familiar, y ocho de cada diez ciudadanos piensan que, en el caso de España, -no quiero ni pensar cómo será la encuesta en Cádiz- ha sido peor incluso que los dos que le precedieron –que ya es decir- por aquello de la crisis económica, los dislates políticos, los populismos… ya sabe, ese pan nuestro de cada día con el que hemos desayunado los últimos trescientos sesenta y cinco días. Y lo peor, es que lo peor está por llegar, que no hace falta ser un lince para darse cuenta. O tal vez, estamos abriéndole la puerta a lo mejor porque, por si usted no se había enterado, estamos inaugurando un año electoral. Y ya sabe lo que me gusta un año electoral; como a usted, como a todos, para qué vamos a decir otra cosa.

Es el año del conejo, según el calendario chino, y aunque no es lo mismo un conejo que una liebre, los dos corren que se las pelan. Así que como imagen de lo que se nos viene encima, me parece de lo más acertado. Todo serán carreras -no le descubro nada- para llegar lo menos perjudicados posible a la primera meta volante, a la cita electoral del 28 de mayo. Y es que son, las municipales, las elecciones más intensas de todas, porque en ellas se conjugan el ser, el estar y el parecer que son esos verbos que hacen cópula y terminan alumbrando lo que tendremos en los próximos cuatro años.

Será 2023, o eso parece, el año de las oportunidades para nuestra ciudad. Suenan palabras como retos, desafíos, oportunidades y, a pesar de que acaban de nacer, suenan ya a viejo, porque usted sabe, tan bien como yo, que será el año de las promesas que se hacen sabiendo que no se van a cumplir, como ese «te llamo y quedamos» con el que despachamos más de una conversación. En fin, como por este camino ya hemos pasado, unas veces como la liebre y otras como la tortuga, nada nos va a coger por sorpresa.

La «tercera revolución urbanística» –es más grande el nombre que la propia ciudad- está a punto de comenzar, o eso dicen. La integración puerto-ciudad, la única posibilidad de echarle el dobladillo a nuestro casco antiguo, viene llamando a la puerta con hoteles, «industrias limpias», hostelería, comercio, locales de ocio, un macroaparcamiento y el derribo de parte de la verja del muelle. Que sí, que no será de la noche a la mañana, ni se hará de este año a los próximos, pero ahí andan nuestros políticos, a ver quién se pone la medalla – y la maqueta- más grande. Y en la otra punta de nuestro mapa, el polígono exterior de la Zona Franca –que sí, que ese sale siempre- con su apuesta por la economía sostenible y azul, y los depósitos de Tabacalera que, según la «Edusi Cádiz 2020: un proyecto de ciudad» deberán estar finalizados definitivamente a finales de 2023 y, además, funcionando –perdone, que me entra la risa- a pleno rendimiento. Están también el cinturón universitario –a ver quién paga Valcárcel- y la Ciudad de la Justicia, pero ya sabe usted que estos dos proyectos son de los que se ponen de relleno en la lista, por si acaso. Sin embargo, este año veremos, o eso dicen, la inauguración del Teatro del Parque –o como se llame- y del Museo del Carnaval, que tenía fecha para junio de 2022 pero «parece» que va un poco retrasado.

No pasa nada, todos dijimos que el tranvía iba para largo, y ahí está ¿no?, que a veces la tortuga le coge la delantera al conejo, y termina inaugurando cosas con las que nada ha tenido que ver.

A partir de hoy comienza la carrera. De aquí a mayo veremos muchas veces al Conejo de Alicia con su reloj, repitiendo aquello de «llego tarde, llego tarde», porque los días tienen las horas que tienen y a más de uno el camino se le va a hacer muy cuesta arriba. La realidad y el deseo podría ser el nombre de este maratón; los que vienen entrenados, los que corren porque no les queda otra y los que han venido a participar y a recibir un fuerte aplauso como consolación.

Dispuestos con sus dorsales, y provistos de sus chisteras con toda clase de artificios y de encantamientos, los que aspiran a llegar a la alcaldía ya se están posicionando. Nos queda mucho por ver en este año electoral, y aunque las municipales serán solo el tráiler de las generales, me muero de ganas de ver la carrera. Hagan sus apuestas y disfruten porque esto va a ser apasionante.

En sus marcas… comienza 2023.

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