Sevillano fino y frío

Manuel Contreras

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La Feria no tiene quien le escriba. Frente al torrente literario que jalona cada vivencia de la Semana Santa, la Feria de abril, su vecina de calendario, apenas inspira a trovador alguno. Este artículo de Romero Murube es una excepción en este vasto desierto retórico, y se lo debemos paradójicamente a un sevillano fino y frío que se intuye poco amigo de bullicios. El propio título del artículo se antoja casi como un oxímoron, porque «meditación» y «Feria» son vocablos ubicados en las antípodas de la semántica sevillana. El poeta escribe sobre la Feria desde la templanza, alejado de valoraciones emocionales, pero su aparente recelo sobre la evolución de la fiesta —por aquel entonces cada vez menos ganadera y más lúdica— dista mucho de la reprobación. Para Murube la Feria de finales de los 40 era un comprensible —cuando no recomendable— oasis de color en aquella España en blanco y negro. Un refugio de tolerada relajación en la recta formalidad de la época.

El poeta reflexionaba en ABC con mirada casi antropológica sobre el trastorno de valores que suponía el tránsito de una Feria de vocación mercantil y rural hacia otra lúdica y urbana. Setenta años después la Feria vive un tránsito mucho más decadente, el que conduce de lo jaranero a lo soez. El real ha perdido su identidad festiva sobre la que meditaba Romero Murube, devorada por lo vulgar y lo chabacano, un deterioro paralelo al de la propia educación de la sociedad. Lo malo es que ahora no tenemos un sevillano fino y frío para que elabore una lúcida meditación sobre ello.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación