LA TRIBU

Este son

Esta el día para salir a las calles, al campo, y correr como loco gritando gracias, gracias, empapados del agua que la Mano derrama

La lluvia siempre es vital en el campo EFE
Antonio García Barbeito

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La luz enjaulada de los días de lluvia… La misma luz, la misma, que el niño, sorprendido, miraba en la alambrera del patio y de la calle, y más tarde en el campo, como si la luz fuera un pájaro cazado, un pájaro perdiz de reclamo, sin canto, que estuviera aguardando el vuelo de otras luces… Cuando todo está en paz y en la casa no faltan ni el pan ni la palabra, y la salud se acerca al amor y a las risas, y las ropas se abren como plumas maternas, y en el patio, la calle, la terraza, repica el cristal diminuto y roto de la lluvia, la luz que queda dentro, la luz que no se inmuta, es el germen callado del cercano milagro.

Este son, este son… La lluvia tendría que ser una obediencia al deseo del hombre, un animal domesticado, como una canción que de pronto algo o alguien nos recuerda y buscamos y dejamos que suene en su espiral… Es la misma canción la que suena, es aquella que sonó cuando alguien —o algo— nos la trajo, quizá en una palabra, un adiós, unos ojos. Este son, este son… Inimitable lluvia, verdadera presencia. En el principio era el Verbo y el Verbo ya llevaba la lluvia en su voz, y cuando la pronunciara, la lluvia volaría, y se iría a su mano, y se daría toda, sin distinguir al paso ni cuevas ni palacios. Este son de la lluvia, este son del invierno que ha dejado sus alas de nieve en otros sitios y se nos ha venido desnudo, cuerpo de agua, transparencia de alma, a hacerse uno con nosotros. Sabemos que la luz mortecina de la sequía no da más que a la enferma luz de otros días, pero esta luz que enjaula la lluvia está echada y sabemos que es por empollar los huevos de luz de la primavera. Cuando se deshagan los alambres de la lluvia y la luz sacuda sus plumas y se levante, veremos cómo, poco a poco, los pollos de la luz de marzo saldrán —¡qué echadura de plumas de oro!— como una huida de diminutos soles piantes. Este son, este son… Cae el agua que ni regulada por nuestras manos. Mis amigos de la sierra huelvana me llaman, alborozados, soñando ya gurumelos y espárragos, y la risa plural del monte que sabe qué fiesta habrá en sus ramas cuando la primavera suba a sus pimpollos… La luz enjaulada de los días de lluvia, ese silencio pardo que aguanta sin protesta, es la vida, la vida que vendrá a despertarnos en salones de oro y jardines cuajados de flores y de pájaros. Este son, este son… Baila el aire desnudo su danza, satisfecho, mientras suenan las cuerdas de la lluvia. Qué hermoso. Está el día para salir a las calles, al campo, y correr como loco gritando gracias, gracias, empapados del agua que la Mano derrama y cura las heridas de la tierra sedienta.

antoniogbarbeito@gmail.com

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