Creer

En qué creen quienes tan despreocupadamente ocupan su tiempo de vacaciones en no hacer nada

Javier Rubio

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Creer. He ahí la madre del cordero. Hemos construido un sistema político, tan imperfecto como todos los demás pero al menos algo más ecuánime, basado en las creencias de un pueblo descreído. Y eso tiene difícil solución. No la supervivencia del sistema político, tan caduco como todos los demás pero al menos algo más sostenible, sino la falta de un ideal por el que moverse que no sea conseguir mesa en el chiringuito de la playa, aparcar encima de la acera el crossover oscuro o escupir las cáscaras de pipas sobre la arena sin mayor preocupación. En qué cree el pueblo español, en el que por definición canónica constitucional reside la soberanía nacional. Me gustaría saberlo mientras contemplo una legión de cuerpos con las carnes al aire dejando ver los tatuajes con que han compuesto la propia imagen corporal en el lienzo de su piel. Jóvenes y no tanto, gente de mediana edad a la que se le supone que la moda les pilló talluditos como para andar pintarrajeándose símbolos rúnicos o frases en urdu. En qué creen quienes tan despreocupadamente ocupan sus vacaciones en no hacer nada. No hay reproche moral alguno, ni doble intención en la pregunta, para nada capciosa; es simple curiosidad. En qué creen.

Leo la encuesta del periódico en el que los españoles otorgan un más que notable al Rey -que Dios guarde muchos años- y ponderan su actuación frente a los secesionistas. Pregunta directamente la encuesta de GAD3 para ABC: «¿Cree que Sánchez ha defendido adecuadamente al Rey ante los ataques de Quim Torra?». Creer. Esa es la cuestión. Se puede creer en el internacionalismo obrero, la lucha de clases, el libre mercado, el creacionismo o la igualdad de oportunidades. Se puede creer en todo. O no creer en nada. Lo primero se cura con una dosis extra de realismo hasta que uno cae en la cuenta de que nada de eso vale la pena como ideal de comportamiento individual. Lo segundo es mucho más preocupante y constituye acaso el primer síntoma de desintegración (moral, digámoslo con la boca pequeña para no asustar a nadie) de una sociedad.

En qué creen los españoles. Me gustaría pensar que creen en el Rey como pilar fundamental de la convivencia y la democracia parlamentaria. Pero, aun sin compartirlo, no me importaría que creyeran en que la república es la manera más efectiva de conducir los designios del país. Que creyeran en algo, lo que fuera, por lo que comprometerse, confrontar sus ideas y batirse en duelo dialéctico. Algo que no sea sólo encontrar mesa en el chiringuito. Algo en lo que cimentar un ideal colectivo que no caduque con la temporada de baños y el asueto obligatorio. Creer en la propia España como algo más que una sección del periódico que distraídamente se hojea a la orilla del mar adormilado con el rumor del oleaje.

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