OPINIÓN

Selectividad

Desde aquí quiero darle mucho ánimo a los que se presentan ahora a dicho examen, ya que su esfuerzo se verá recompensado

Patricia Gallardo

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En muchas culturas del mundo, de antaño y de ahora, se tiene algún tipo de rito de iniciación en el que se deja de ser niño para dar paso a la adultez. Más radicales en los inicios, tales como mandar a cazar a un hijo por tres días o casar a una hija en cuanto al alcanzaba la edad núbil, o más diluidas en el tiempo, como las fiestas de mayoría de edad etc.

La cuestión era que en un momento dado el niño debía hacerse cargo las responsabilidades de la vida. A medida que evolucionábamos socialmente, la edad para empezar a tomar decisiones transcendentales cada vez era más alta y el concepto de adolescencia se hacía más patente, y por lo tanto tenía un periodo de adaptación vital mayor. Sin embargo, actualmente podemos extrapolar esos ritos de superación de pruebas en la figura del examen de selectividad, ese examen que determinará tu futuro, si no de vida o muerte, sí académico y laboral. Lo que a la edad de dieciocho años me parece brutal.

Por lo pronto, después de la secundaria se debe elegir si continuar con los estudios o no, y hasta qué nivel, si se quiere hacer un grado superior, por ejemplo, si estudiar «hasta el final» como le dijo Richard Gere a Julia Roberts en la película Pettry Woman, o experimentar otras alternativas privadas. Habrá chavales que lo tengan clarísimo, y más hoy en día que hay mucha información, a veces incluso más de la cuenta, pero habrá otros que, como me pasó a mí, no sabrán «ni dónde poner el huevo». Yo en bachillerato pequé de prudente, escogí el BTI, o lo que es lo mismo Bachillerato Tecnológico Industrial, ya que tenía lo difícil de las letras, lo difícil de las ciencias y aparte las especialidades técnicas propias del dicho bachiller, pensando que me daría tiempo de decidir qué quería hacer con mi vida, porque sí, quería estudiar, pero no estaba segura el qué y supuse que sabiendo de todo un poco me apañaría, pero no, al final fui como dice el refrán: «Aprendiz de todo y maestro de nada» y solo conseguí atrasar un año la selectividad, porque arrastré hasta septiembre las mates del instituto, las cuáles aprobé de milagro.

Me presenté a examen sin apenas preparación en ese mismo mes de septiembre, y lamentablemente no aprobé la selectividad, dato del que no me acordaba hasta que estuve hablando con el hijo de mi mejor amiga, el cual se presenta a tan cruel examen este junio, y me lo trajo a la memoria. No obstante, como yo era una cabezona que quería seguir siendo una empollona, me apunté a una academia preparatoria (ya no podía ir al «insti» como era obvio) para prepararme para la siguiente convocatoria, y aprobé por fin en junio, (dato del que presumo sin especificar que fue el del año siguiente ji, ji, ji), con unas calificaciones más bien modestas, menos mal que no quería hacer medicina, que si no… Y me lancé a una carrera de la que aún no estaba segura, pero que al menos me llamaba bastante la atención.

No resultó como esperaba al principio, hubo algunos momentos tipo «¿qué hago yo aquí?», pero al final le cogí el gusto y la terminé. Algo de lo que me siento muy orgullosa, porque hay mucha gente que abandona sus carreras por una mala elección, y no quieren, o pueden, continuar en otra rama. Con esto quiero decir, que superar la selectividad es muy importante, pero saber qué estudios elegir para labrarte un futuro es todo un reto, toda una prueba de madurez. Así pues, desde aquí quiero darle mucho ánimo a los que se presentan ahora a dicho examen, ya que su esfuerzo se verá recompensado.

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