Opinión

Lo que el viento se llevó

Y es que, limitarse a comentar la volátil actualidad nunca debe de ser la prioridad de la acción política

Miguel Ángel Sastre

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Hay noticias que, indudablemente, marcan el rumbo de la historia porque influyen directamente en la dirección que lleva nuestro mundo.

Una de ellas, sin duda, fue la que ocurrió el jueves: el fallecimiento de la reina Isabel II de Reino Unido y otros territorios pertenecientes a la Commonwealth. El contenido de todas las principales televisiones y radios, de los periódicos de cabecera, así como las redes sociales ha estado, en los últimos días, marcado por este acontecimiento. Un suflé que en internet ha desaparecido casi por completo, que en los periódicos y radios aún se mantiene a flote y que, en las televisiones, está prácticamente intacto.

Como suele ser habitual, fueron precisamente las redes sociales las que alimentaron, en primer término, la noticia. Resultaba paradójico ver cómo muchos de los que se encuentran implicados en política llenaron sus redes de contenido sobre el fallecimiento, de tal forma que parecía que llevaban toda su vida tomando el 'afternoon tea' acompañado de 'scones' junto a Su Majestad. Unos días antes, esos mismos se habían hecho eco de otra noticia en ese país: la elección de Liz Truss, en sustitución de Boris Johnson, como nueva primera ministra de Reino Unido.

Muchos la bautizaban como la nueva Margaret Thatcher pero, pasada la ola informativa, se habían olvidado de este hecho aunque estuviese relacionado, de alguna manera, con el anterior. Sin embargo, quienes no tienen aparente vinculación con la política, a pesar del bombardeo mediático, no dijeron ni mu en sus redes sociales. Ese alejamiento entre lo que interesa a quienes están implicados en política y a los que no lo están se vio una vez más reflejado en el contenido compartido en estas plataformas.

No se trata de vivir de espaldas a la actualidad, de no ser conscientes de los acontecimientos históricos que vivimos; se trata de que quienes se dedican al mundo de la información y a la política conozcan realmente los problemas de fondo que permanecen cuando el humo informativo se disipa.

El repetitivo 'God save the Queen' que ha marcado estos días no hace daño a nadie, a pesar de que, siendo españoles, denote cierto desconocimiento histórico y complejo de mayordomo de 'Downtown Abbey' o un empacho de capítulos de 'The Crown'.

Sin embargo, debemos evitar ser más papistas que el Papa cuando ocurren este tipo acontecimientos –aunque, en este caso, la Reina de Inglaterra y el Papa, en principio, debieran ser como el agua y el aceite– evitando convertirnos en simples comentaristas banales de la actualidad. Y es que, limitarse a comentar la volátil actualidad nunca debe de ser la prioridad de la acción política.

Buscar soluciones a los problemas reales de fondo: el déficit de formación solvente que acarrean las nuevas generaciones por culpa de cómo estamos concibiendo la educación, las dificultades para acceder a la vivienda, la sostenibilidad a largo plazo de nuestro Estado del bienestar, el alto porcentaje de personas que no encuentran el verdadero sentido de su vida, así como otras cuestiones por las que pasamos de puntillas son las que deberían centrar nuestras «energías mediáticas».

Porque, en un mundo en el que la actualidad es cada vez más líquida y en el que a las noticias «históricas» se las lleva el viento porque una va empujando a la otra, podemos vislumbrar en ese afán de posar en todas las fotos, de ser los primeros en subirlas a redes sociales, de estar obsesionados por comentarlo todo, cierta superficialidad y falta de solvencia.

Y la política que no es solvente corre el riesgo de acabar, también, llevada por ese viento de actualidad que constantemente está soplando en nuestro tiempo; desnudándonos y haciendo que parezca que no hay nada detrás de la grandilocuencia de nuestras opiniones.

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