OPINIÓN

Raíces

Debemos fomentar que los jóvenes entiendan que ser fiel a tus orígenes y apostar por el desarrollo o la innovación es perfectamente compatible

Miguel Ángel Sastre

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Cuando una semilla cae en tierra fértil, al germinar, lo primero que comienza a salir de ella son sus raíces. Al crecer y desarrollarse, mientras que el tallo o el tronco se forman, esas raíces se hacen más fuertes. Éstas, en el caso de un árbol, arbusto o planta cualquiera, serán las que los mantengan en pie.

Los seres humanos también tenemos raíces: nuestros padres, familia y seres queridos; el colegio donde nos formamos; los amigos de la infancia, el lugar donde nacemos, crecido o pasado buenos momentos. Nos permiten tener nuestros pies siempre pisando en tierra firme y sin perder el suelo. Nos permiten tener, en ocasiones, donde agarrarnos cuando viene un vendaval. Sin embargo, a diferencia de las raíces vegetales, nuestras raíces no siempre se fortalecen con el paso del tiempo.

Lo habitual es que, mientras la vida avanza, las raíces se vayan debilitando: nos toca estudiar fuera de nuestra ciudad natal, conocer nuevas personas, cambiar de hábitos o encontrar trabajo. La consecuencia inmediata es que nos vamos alejando progresivamente de lo que, para muchos de nosotros, fueron elementos esenciales en nuestro crecimiento. Es lógico, incluso, que crezcan raíces en nuevos lugares.

Sin embargo, con esas nuevas ramificaciones, hay quien ni siquiera mantiene sus amigos de siempre. Hay quien pierde complicidad con su familia y pasan a ser, casi extraños. Hay quien rompe toda atadura con su pasado y, parece guardarlo en un cajón con llave cerrada y que se lanza al mar. En ocasiones, esa ruptura se provoca de manera deliberada. En otras porque, en tiempos de actividad frenética, es difícil mirar atrás y no solo a lo inmediato.

Es algo habitual en otros países, especialmente los que no tienen ningún tipo de influencia mediterránea o latina. Por el contrario, los que somos de lugares que tienen una fuerte identidad construida a través de tradiciones o momentos del año destacados, solemos tender a tener mayor apego a nuestras raíces, familia inclusive. Sin ir más lejos, además de la navidad, fiestas como el Carnaval, la Semana Santa, o la feria son tiempos de reencuentro. Sin embargo, el momento que vivimos y las tendencias que existen a nivel internacional pueden empujarnos a tomar otro rumbo. Y es que, nuestro tiempo ve el «desapego» a los orígenes, generalmente, como un éxito. Como si fuera un síntoma de progreso. Eso nos puede estar llevando hacia un mundo en el que muchas personas no encuentran el rumbo de su vida. En una era en la que todo cambia tan rápido, es bueno tener una parte de nosotros anclada y pegada a la tierra.

Por eso, más que nunca, reivindicar las raíces es necesario. Como siempre, la política tiene mucho que decir en esto.

Primero, desde el punto de vista formativo, en tanto en cuanto que, desde la educación más temprana, se debería fomentar la importancia de saber de dónde venimos para poder tener claro hacia donde vamos. Segundo, haciendo una apuesta por dar la posibilidad a los lugares que pierden población y en los que los jóvenes «rompen» con sus raíces de que esto cambie: con buenas comunicaciones y a precios asequibles, políticas atractivas para el desarrollo, fórmulas innovadoras para trabajar en remoto y otras tantas opciones.

No importa que sea el medio rural o una capital de provincia pegada a la costa: debemos ayudar a que las generaciones que vienen, aunque vivan en otros lugares, puedan seguir robusteciendo sus raíces. Debemos fomentar que los jóvenes entiendan que ser fiel a tus orígenes y apostar por el desarrollo o la innovación es perfectamente compatible. Ese es el éxito, sin ir más lejos, de la mentalidad de lugares como Málaga o Madrid: crecer sin perder la esencia. Un tipo de mentalidad que es la que permite crecer sin dejar de tener los pies en el suelo.

Porque, quien rompe con sus orígenes, puede correr el riesgo de ser de nadie o de ningún lugar. Corre el riesgo de que, al romper con las raíces, en fuertes rachas de viento, la tierra quede, pero el resto se lo acabe llevando el viento.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación