Cambio de mentalidad

Por eso, la política, como cúspide de la pirámide, debe conseguir transmitir a la base las ganas de avanzar, de crecer, de no conformarse

Miguel Ángel Sastre

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Partamos de una premisa: para que exista dinero público, tiene que existir dinero privado. Un ejemplo práctico: supongamos una clase de jóvenes de unas 30 personas. Para que se puedan pagar la sanidad, la educación, las infraestructuras o los servicios sociales de un país determinado, más de la mitad de los alumnos, cuando terminen de formarse deberán montar una empresa o trabajar para alguna ya existente para que los servicios de un país puedan seguir funcionando.

Sin embargo, sin salir de esa misma clase, deberíamos hacernos una pregunta: ¿fomenta, realmente, el contenido de lo aprendido ahí que ese objetivo se dé? ¿Nos forman para ser conscientes de que una nación necesita personas con arrojo, con ideas, y que no se conformen para poder avanzar? La respuesta seguramente sea: 'depende' y, más bien, cercana al no. Y es que, por lo general, la formación reglada tiende a la obsolescencia, y fomenta, salvo excepciones, una actitud pasiva ante la vida.

Muchos directivos de empresas coinciden en que muchos puestos de trabajo no se cubren no por falta de formación, sino por falta de aptitud y de actitud. Porque hay cargos, que necesitan personas 'proactivas', autosuficientes, que se adelanten a los acontecimientos y que no esperen agazapadas a que alguien les pida algo.

Por tanto, la primera conclusión es que, nuestra sociedad, necesita un cambio de mentalidad en la educación para que el mercado laboral sea dinámico y responda a las necesidades de la mayoría de la población. Una educación en la que los conocimientos no sean estáticos, sino que se fomenten las ideas y el criterio personal. Si no, toda política que hagamos para atraer inversión, empresas y generar empleo, será en vano.

Imaginemos, por otro lado, un lugar rico en materia prima de todo tipo: desde sol, hasta productos del campo e, incluso, con unas infraestructuras aceptables. Sin embargo, ese lugar, a pesar de tenerlo todo, no despega. Es cierto que la seguridad jurídica, los incentivos fiscales y las nuevas infraestructuras que desarrollemos, atraerán empresas y negocios pero, si no existe un caldo de cultivo que favorezca que la población local tenga mentalidad emprendedora y estén despiertos, nada de lo anterior servirá.

El reflejo de esta manera de entender el 'cambio de mentalidad' y de una tierra que lo tenía todo, pero no lo ponía en valor es Andalucía. Su éxito, más allá de las políticas emprendidas, es haber cambiado la mentalidad y la marca exterior. La fórmula es que las personas que dirigen esta tierra han entendido esa forma de ver la vida y la están transmitiendo: el valor de las ideas, no conformarse, creer en uno mismo y adelantarse a las soluciones.

Andalucía es ejemplo de esto ahora ¿quién lo iba a decir? Un ejemplo que se extiende a municipios como El Puerto de Santa María, en Cádiz, atrayendo empresas que van desde Amazon hasta la fabricación de Anís del Mono, pasando por Bayport o Baublock y siendo, además, caldo de cultivo de emprendedores de éxito.

Por eso, la política, como cúspide de la pirámide, debe conseguir transmitir a la base las ganas de avanzar, de crecer, de no conformarse. La base empieza en la educación y con referentes que ya existen, tenemos mucho ganado. Ojalá este cambio de mentalidad se dé pronto en toda España, porque nos hace falta.

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