Fernando Sicre - OPINIÓN

Mi provincia, la que quiero y la que no

En el resto de España, hablar de la capital de la provincia es hablar de su provincia, una cosa equivale la otra

Fernando Sicre
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La descripción geofísica de la provincia de Cádiz, basada en la diversidad absoluta, vertebran una provincia, sucesión de comarcas con caracteres muy diferentes y notas peculiares. Una idiosincrasia única en el Estado español. La Bahía de Cádiz, el Campo de Gibraltar, el Marco de Jerez y la Sierra. La base de Rota, Gibraltar, Marruecos y la especial dependencia administrativa hasta fechas recientes de Ceuta, le dan a la provincia un toque de distinción que casi roza lo exótico. En el resto de España, hablar de la capital de la provincia es hablar de su provincia, una cosa equivale la otra. En Cádiz eso también es distinto. Las áreas de las dos bahías y Jerez rivalizan como auténticas capitales, lo que en no pocas ocasiones ha originado algún que otro sentimiento separatista, reivindicando la modificación de la división provincial española de Javier de Burgos.

Sin rumbo y sin suerte. Eso es lo que nos pasa. Porque para todo en la vida, ésta es imprescindible. ¿Y los que la han gobernado durante treinta años? ¿Han perdido un minuto de su tiempo en discurrir y realizar propuestas que de verdad resuelvan la situación? ¿O se han quedado en lo fácil, subsidio agrario por aquí, fondos AEPSA por allí y hasta ahí, porque sus mentes no dan más de sí? Me temo que esto es lo que ha pasado.

La provincia de Cádiz sigue estando donde siempre, por debajo del 75% de la media de la renta nacional y sigue aupada al pedestal de ser la más pobre del país. Uno de cada diez gaditano estará en situación de pobreza grave y riesgo de exclusión social, al verse obligados a vivir por debajo del 25% de la renta media disponible.

Adocenamiento, clientelismo y servilismo son otros de los adjetivos que inspiran una situación, cuyos comienzos fueron los del «paro comunitario». Donde se daba y se sigue dando la paradoja de preguntar a un crío dónde trabaja su padre y contestar que en el paro.

¿Tiene todo esto solución? Analicemos la economía provincial, porque también Cádiz y su provincia tienen particularidades en lo económico.

En la Sierra, ganadería y agricultura, junto con manufacturas varias, algunas de ellas como la marroquinería de especial importancia y de reconocido prestigio en todo el mundo. La población de los pueblos que la conforman no sólo se ha mantenido estable, sino que contra todo pronóstico racional y objetivo, incluso se ha visto aumentada, por la incidencia que en estos pueblos tienen ciertos mecanismos protectores ‘sui generis’, el AEPSA, antiguo PER, consideradas como políticas activas de empleo, que además cumplen otra finalidad, la de ser un cauce de financiación local y de compra de la paz social. Sin lugar a dudas, en todo ello hay una gran dosis de perversión del sistema, que impide el ajuste natural de la demanda y oferta de la mano de obra, que sí existe en casi todas las demás zonas del territorio, donde no operan estas políticas de subsidios y de pseudos mecanismos financieros de la Administración local.

El Marco de Jerez, con una tradicional importancia de la agricultura y manufacturas de ella derivadas. La producción de vinos, brandis y vinagres de excelentes calidades y con una gran cantidad de variedades, han hecho famoso en el mundo entero estos productos, lo que además realza su vocación exportadora, desde sus orígenes en el siglo XVII. Hoy en día, su especial ubicación, centro de la provincia y magnificas comunicaciones hacia dentro y fuera de la provincial, hacen un lugar apropiado para la creación de un tejido industrial importante.

La Bahía de Cádiz, el monolitismo industrial, junto con una vasta extensión de marismas, definen a una zona también caracterizada por una importante presencia de la Administración, a través de las Fuerzas Armadas españolas. El sector industrial por excelencia, el naval que tanta trascendencia ha tenido en la zona desde finales del siglo XIX, ha sido y sigue siendo una rémora presupuestaria hasta la fecha. La publificación del mismo desde mediado de los años cincuenta, junto con otras empresas aquí instaladas también públicas, Construcciones Aeronáuticas, Tabacalera..., acaparaban todo el tejido industrial, alejándolo de cualquier consideración de mercado. Esta cuestión, la desconexión de la estructura del mercado de las empresas existentes en el pasado, justifica el retraso actual, a la vez que todos los proyectos industriales en la zona, estaban y siguen estando mediatizados por las Administraciones. No se concibe la instalación en la zona de una empresa de envergadura por la preparación y cualificación de la mano de obra o por otras consideraciones relacionadas con la eficacia, eficiencia o productividad requerida por una empresa, en su decisión de instalación en un determinado territorio. Sólo las prebendas y subvenciones de la Administración hacen posibles su instalación, lo que a la postre es un gran error.

La de Algeciras, con una proyección industrial de incalculable valor y un puerto de los más importantes del mundo en tráfico de contenedores, no despega como debiera por un déficit importante de cualificación profesional en la zona, lo que supone que las empresas auxiliares y de mantenimiento industrial, con mayor proyección de valor añadido, sean casi todas foráneas. Lo que lastra su desarrollo y postergan proyectos de inversión privada.

Si Javier de Burgos, en la simple circular por él firmada en 1833 por la que creaba un Estado centralizado dividido en cuarenta y nueve provincias, hubiese imaginado la complejidad que esta provincia iba a deparar en el futuro, habría rediseñado el mapa territorial de España. El mapa político gaditano desde la Transición democrática, en las grandes ciudades, ha estado muy repartido entre los partidos políticos nacionales y algún que otro autonómico, no pudiendo faltar el típico partido político de ‘independientes’, para terminar de hacer inviable, imposible y ridícula la actividad política más allá de los confines de cada municipio. A mí me recuerda todo ello a la «ingobernabilidad» de España, supeditada a los continuos pactos chantajistas con los nacionalistas de turnos, desde luego nunca sustentados en el interés general como debiera ser. Aquí ha pasado lo mismo para hacerse con la dichosa Diputación. A sabiendas que quien la gobierne tendrá un especial rédito político en los comicios nacionales, autonómicos y municipales, sobre todo en los pueblos más pequeños. Cuando un organismo imputa una media en gastos corrientes del 40% del presupuesto, huelga decir nada más.

Termino con otra exaltación de lo absurdo ¿Cómo se pueden mantener abiertos cuatro campus universitarios si desde el punto más recóndito de la misma se tarda no más de una hora y media en llegar a Puerto Real? En mi modesta opinión, Cádiz perdió la batalla de convertirse en ciudad universitaria en la época de gobierno municipal de comienzos del periodo democrático, debido a las presiones políticas habidas para hacer posibles esos estúpidos pactos de gobierno a los que me he referido y que supuso el comienzo de la descentralización de la Universidad por toda la provincia, impidiendo la aplicación a la misma de las ventajas que suponen las economías de escala.

La solución, ustedes. dirán.

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