El Apunte

La policía local de nunca jamás

Las denuncias sobre la terrible carencia de personal y material son idénticas desde 2016

Una de las mayores dificultades que encontró el movimiento político agrupado bajo el nombre genérico de Podemos tras su llegada a las instituciones se centró en el choque entre la utopía y la práctica, entre el activismo y la gestión real, cotidiana. Los mensajes bienintencionados de los megáfonos suelen convertirse en complejos retos cuando el que gritaba con legítimo derecho –siempre que no use violencia física ni verbal– se ve en el papel de tratar de solucionarlos a través de normas, leyes, burocracia, reuniones e intereses enfrentados.

Esta realidad cuenta con múltiples ejemplos pese a que la trayectoria institucional de Podemos (y sus diferentes, hasta enfrentadas, variantes regionales o locales) apenas ha cumplido un lustro. Sin embargo, el conflicto entre utopía y realidad ha dejado ya varios episodios.

En Cádiz, curiosamente, uno de los más frecuentes ha estado en la colisión del gobierno municipal con los pocos servicios públicos esenciales que puede prestar: limpieza, transporte y Policía Local. Especialmente llamativo resulta el último de los apartados. Desde que habían pasado apenas seis meses del cambio político en la Alcaldía –hace cuatro años ya, recuerden– todos los sindicatos de distinta orientación política (SPL, CSIF, CC OO...) presentes en ese departamento empezaron a clamar contra carencias de material y personal que venían de antes (del equipo de Teófila Martínez) pero se mantenían y se agravaban de forma alarmante. Enseguida empezaron a hablar de «recortes» impulsados por el equipo de gobierno. Decían –publicado está en textos sindicales– que les impedían garantizar la seguridad ciudadana en los grandes eventos, e incluso en labores cotidianas. Hablaron, todos, en 2016, en 2017, en 2018 y hasta hoy de graves riesgos y de flagrante falta de efectivos, de coches estropeados por decenas y de un número de vehículos y agentes ínfimo. Lo han denunciado de forma reiterada desde hace cuatro años casi sin interrupción y alguna vez han asegurado que resulta milagroso que «aún no haya pasado nada». Llegaron a denunciar que en el casco antiguo, en eventos con miles de personas, apenas había cuatro, seis agentes. Han pasado más de 40 meses y las denuncias siguen siendo corales, plurales y similares. Es difícil pensar que hayan hecho un complot, todos, todo el tiempo, para decir lo mismo. Conclusión: es mucho más fácil clamar contra los recortes de otros que remediarlos cuando se puede y hay ocasión de cambiar las cosas desde dentro.

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