La batuta invisible

Conseguir dirigir con destreza un grupo de Carnaval sabiendo la capacidad de cada uno de sus miembros es una difícil y ardua tarea

Así es el título de un libro que leí no hace mucho de la directora de orquesta y compositora Inma Shara. Ella reflejaba la tensión perpetua con la que trabaja un director de orquesta y el doble reto de todo líder, marcar unos objetivos y ... lograrlos. Conseguir dirigir con destreza un grupo de Carnaval sabiendo la capacidad de cada uno de sus miembros es una difícil y ardua tarea. La meta de cualquier director de una agrupación es conseguir que la obra del autor se interprete de modo fiel a la idea de éste y que emocione al público. Para ello se necesita trabajo, paciencia y templanza. Comparto con Inma Shara, salvando por supuesto con millones de años luz la distancia entre ambos, que la dirección no se debe notar, debiera ser casi invisible.

A mi entender y experiencia personal un conductor musical o director debe tener la habilidad de extraer lo mejor de cada individuo, pero ni nada sobra ni todo vale. Hay que escuchar a cada componente. Sus opiniones, consejos, vidas, sus problemas, logros personales y laborales, averiguar su compromiso con el grupo, su aportación en general.

Todo el mundo necesita más de una oportunidad para que le reconozcan su valía y la manera de ver las cosas. Lo único de lo que estoy convencido es que quien dirige debe tener el término y el camino muy claro y que por supuesto sea quien diga la última palabra.

En nuestro Carnaval muchos conocemos el estilo al dirigir de tantos directores de agrupaciones, en el aspecto musical y en el general. Están los que llevan una batuta hermética que no admiten ningún tipo de idea o sugerencia y los que al contrario dirigen al grupo con una batuta de pluma, tan suave que al final cada uno hace lo que le parece.

Existen las batutas de hierro, que mantienen al grupo recto al igual que si fuesen una compañía militar, donde por encima del esparcimiento y la amistad están los premios. Batutas de cristal son los que mantienen a la agrupación en tensión continua y solo muestran problemas y carencias que tiene el conjunto haciendo que todo sea frágil y sin convicción. Batutas con antifaz, son las que rezan que lo hacen todo y luego se descubre que en realidad todo era un disfraz, con chaqueta incluida.

Directores con unas batutas de estrellas, con fular incluido, que imponen su mando a través de gestos, órdenes y emociones sobreactuadas, incluso sobre el mismo escenario.

Batutas rancias, con sombrero incluido, que no ven más allá de lo que su corta cultura musical les permite, privándose de traspasar los límites de las tradiciones o costumbres adquiridas.

Batutas alegres que se atreven con todo y que dan un aire nuevo y fresco a nuestro pasivo concurso. Batutas mágicas existieron pocas, Joaquín Fernández Garaboa ‘El Quini’, Jesús Monzón Fernández, Manuel Moreno Pavón…

La dirección de un grupo carnavalesco no difiere mucho de la que ejercen los directores de orquesta, corales, teatro, cine… Las personas a las que destinan las ordenes en cualquier caso tienen las mismas inquietudes y emociones personales. Un director se convierte en padre, psiquiatra, juez, amigo y jefe de los componentes durante los meses que duran los ensayos. Mi experiencia particular me ha enseñado a dirigir sin hacer mucho ruido, el justo para imponerme ante un número importante de personas que como se dice en Cádiz, cada uno son de un padre y una madre.

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