OPINIÓN

El marrón de Marchena

Deberá poner templanza ante la provocación y sobriedad ante la exaltación

Juan Carlos Viloria

Muchas gracias. Visto para sentencia. Pueden ustedes abandonar la sala». Ni mazo. Ni énfasis. Ni discursitos al respetable. Con esta normalidad gestual y procesal ultimó el juez Marchena el juicio del siglo. Con la misma sobriedad y mesura con la que a lo largo de ... 52 sesiones fue desactivando la bomba de relojería que le habían preparado desde la incapacidad política y la conspiración nacionalista. Pero queda la segunda. La más difícil de desactivar. La de la sentencia. De entre los alegatos finales de los acusados, solo uno, Santi Vila, dijo algo cercano a la realidad. Los demás se ajustaron al guión victimista, fraudulento o manipulador. Pero Vila se preguntó qué habría pasado si después de los días 5 y 6 de septiembre en que el Parlament insurgente aprobó las leyes de desconexión, el gobierno central hubiera aplicado el artículo 155 de la Constitución y suspendido la autonomía. Como correspondía.

Pero así se escribe la historia. Y el magistrado Marchena en su fuero interno debió pensar lo mismo cuando le cayó el juicio del siglo encima de sus hombros. ¿Qué hubiera pasado de haberse aplicado el 155 antes del referéndum ilegal del 1-O? Pues que los 'iluminati' del 'procés' no habrían tenido la posibilidad de realizar el referéndum ni proclamar la república. Y por consiguiente no habría existido el juicio del siglo. Pero en la cadena de despropósitos que ha rodeado la historia de la provocación nacionalista en Cataluña y la respuesta acomplejada del estado, hay que incluir, en un lugar destacado, la tardía reacción del Ejecutivo de Mariano Rajoy a lo que era desde muchos meses atrás una quiebra de la legalidad flagrante en la autonomía.

Ahora al cierre del juicio oral, una mezcla de drama wagneriano y la ópera bufa, Marchena deberá poner templanza ante la provocación y sobriedad ante la exaltación. Pero sobre todo cargar con el marrón de que brille la justicia sin intentar resolver un problema que otros han creado. Sin ofrecer flancos jurídicos por los que puedan colarse los interminables recursos a la instancias internacionales con los cuales los políticos presos y sus aliados en la Generalitat pretender seguir agitando las banderas del separatismo ilegal. La papeleta es de pantalón largo. Hay que imaginar un juicio en el que el criminal termina diciendo que el crimen no es crimen; pero que lo volvería a cometer. Que no está arrepentido. Y que los jueces le han procesado por que le tienen odio. O sea que los que vulneran las leyes, la democracia, la libertad de expresión, el uso de la fuerza, son los que le acusan. La sentencia, a mi parecer, no contemplará ningún eximente en las convicciones políticas de los iluminados. Tampoco jugará con la red del eventual indulto de Sánchez. Ni habrá atenuantes por el hecho de que millones de personas arropen ideológicamente a los acusados. Es decir, será una sentencia escrupulosamente penal, sin componendas políticas. Como lo ha sido el juicio.

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