Opinión

Mano de Pedro Sánchez

En mitad del partido alguien gritó «¡Mano!»

Francisco Apaolaza

En mitad del partido alguien gritó «¡Mano!». ¡Mano en Moncloa! ¡Mano voluntaria! Mano de Pedro. En Twitter sacaron la mano de Pedro Sánchez y decían que mostraba no sé qué de la determinación del gobierno: una mano de hombre, con ese tono canela y ese sistema circulatorio y esa vasodilatación política que tiene el ‘pedrosanchismo’, que es para verla. Si hubieran titulado ‘La vena de Pedro Sánchez’ hubiera quedado peor. O ya si en lugar de la fortaleza del presidente hubieran hablado de la finura y suavidad de las manos de, pongamos, Soraya Sáenz de Santamaría de la que ya no se podrá decir nunca más que sus tobillos encerraban todas las proporciones del cosmos, el escándalo sería mayor. Ya no me quiero imaginar si a otro se le ocurre decir que las cachas de Arrimadas representaban no sé qué de la firmeza democrática.

Cuando vio la mano, España pidió el VAR y después se rió con la gracia tirando a poco porque España es un país al que le gustan los finales de las películas cerrados y los pies de fotos abiertos. Aquí se constató el afán del nuevo gobierno de decirle a la gente lo que tiene que ver, pero a alguien se le fue eso: la mano. Eso me pasaba cuando yo era becario y quería darlo todo en una entrevista y me venía arriba con las metáforas y al final, las entradillas tenían siempre algo de incendio en un almacén pirotécnico.

La línea entre lo creativo y la chorrada es finísima y no se está quieta. Yo mismo la he cruzado un millón de veces. Con las manos siempre tuve tentaciones literarias. Cuando fumaba tan lentamente y se detenía en la calada, ajena al pitillo que tenía entre los dedos, la mano de Rafael de Paula parecía la de su muñeco de cera. Recuerdo la ligereza de las manos de Curro Vázquez toreando en la amplitud blanca con molduras de aquel comedor de un club de Jorge Juan... Las manos de Diego Urdiales eran anchas como ala de buitre en contraste con su cuerpo crustáceo. Las manos masculinas de Celia Villalobos me sugirieron siempre una frialdad de reptil. Una vez conseguí que Curro Romero posara su mano sobre la esclavina de un capote. La retraté y titulé ‘La mano de Dios’. En otra ocasión, Rodríguez Zapatero se dirigió a mí, me apretó la mano con firmeza contenida y habilidad decidida, abrió mucho aquellos ojos que decían tanto en directo y tan poco en cámara y me dijo muy animado: «¡Parece que va a nevar esta mañana, eh!». Supuse que sería un mensaje en clave aunque nunca lo descifré.

A alguna gente hay que mirarle más las manos que los ojos. Ya que nos ponemos, las de Pedro Sánchez son manos cuidadas pese al desvío tangencial de los meñiques, quebrados en la cancha de baloncesto, supongo. Son lo suficientemente fuertes como para colgarse de una barra o aferrarse a cosas y les presumo la habilidad prensil de los primates cuando se lanzan de árbol en árbol. Quizás sea así de tanto andarse por las ramas de esta selva. Sospecho que Pedro Sánchez es capaz de saltar de meme en meme de aquí al final de la legislatura.

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