Malos augurios

La actividad económica experimenta fluctuaciones que deben ser contextualizadas dentro del ciclo económico

El oráculo de Delfos situado al pie del monte Parnaso, se hizo famoso cuando el Dios Apolo, se convirtió en el patrón de las empresas coloniales. Sibila, la primera pitonisa conocida, advertía sobre la marcha y el devenir del comercio a quienes consultaban. Tablillas de ... plomo contenían la síntesis del augurio. Hoy el papel, cuando no una memoria USB, detallan los augurios y dicen que no son buenos. El FMI, INE, BE, EUROSTAD y BBVA research, presagian nubarrones en el horizonte. La actividad económica experimenta fluctuaciones que deben ser contextualizadas dentro del ciclo económico. Éstas, las fluctuaciones, ni son regulares, ni siempre son predecibles. Sin embargo, sí se sabe que la mayoría de las cantidades macroeconómicas fluctúan al unísono. El PIB real es la variable mayormente utilizada para vigilar las fluctuaciones a corto plazo, porque es el indicador por antonomasia de la actividad económica. Mide el valor de todos los bienes y servicios finales producidos en un determinado período. De igual forma, mide la renta total de todos los miembros de la población. La mayoría de las variables macroeconómicas que miden algún tipo de renta, gasto o producción fluctúan al unísono. Cuando disminuye el PIB, también disminuyen la renta personal, los beneficios empresariales, el gasto de consumo y el de inversión, la producción industrial y las ventas minoristas de toda índole. El empeoramiento de la situación económica, se refleja en la reducción de la inversión en bienes de equipos, en viviendas y en existencias. Además, existe una correlación directa entre disminución de la producción de bienes y servicios e incremento del desempleo.

El augurio o anuncio de un hecho futuro a partir de la interpretación de ciertos indicios o señales o por simple intuición, sobre la economía española, nos llevan a un mal presagio. Las economías nacionales están interconectadas. La crisis de 2007 fue calificada como una crisis de deuda, principalmente de las economías privadas. La deuda total (público-privada) ascendía a 2,1 veces el PIB mundial. Doce años después, hoy, la deuda asciende al 2,3 veces el PIB. Sólo que la deuda pública se ha disparado sobre la privada. España ha alcanzado un nivel de deuda de una vez el PIB, o sea, el 100% de este. Los economistas califican la situación del nivel de endeudamiento, sólo algo inferior a los existentes en situaciones prebélicas. Sin embargo, la deuda privada española inició en aquel entonces la senda de la reducción, no así la pública. Sólo que el 70% del incremento de la deuda privada existente desde la crisis de 2007, ha tenido su origen en China. Pero este dato no puede hacernos bajar la guardia. La situación española no es nada halagüeña, considerando los niveles de déficit y deuda pública. Además, se considera un axioma económico, que una crisis de deuda, no se resuelve añadiendo más deuda.

El cuadro macroeconómico español sitúa el problema en la desaceleración económica. Los sucesivos descensos en el crecimiento del PIB producidos desde comienzos de año, aparecen avalados en los indicadores de la OCDE. En realidad, la OCDE mantiene con los indicadores de síntesis, una paulatina reducción del crecimiento que se inicia en realidad en los comienzos del año 2018. Las exportaciones comienzan a estancarse, el índice de confianza de los empresarios y consumidores vuelven a caer en julio. Y sí a eso le añadimos, la errática política económica, fruto del desgobierno que se supone nos gobierna, donde priman acciones gubernamentales del tipo de los “viernes sociales”, basadas en el populismo, la irracionalidad y la heterodoxia económica, donde las subidas de costes laborales impiden la productividad del factor trabajo y, por ende, la competitividad empresarial.

¿Qué hacer entonces? Pienso que exactamente lo contrario que lo prevenido hasta hoy. Hay que reducir la deuda, que nos asfixia y que será insostenible ante un eventual cambio de coyuntura económica, con incrementos de tipos. Reformar el sistema de pensiones, que puede colapsar, no solo el sistema, sino la propia economía. Sentar las bases para el tránsito real a actividades con mayor valor añadido, pero, posibilitando en ese tránsito, el correcto funcionamiento del modelo existente, de ahí que deben seguirse haciendo reformas que permitan incrementos de productividad y competitividad en relación con el modelo actual. Crear un nuevo marco regulatorio, en el que España vuelva a ser un mercado único y no diez y siete mercados. O sea, aplicar el sentido común, considerando el contexto europeo y la implantación del mercado único europeo. Volver a creer en el sector exterior y diseñar una política económica que permita situar las exportaciones como objetivo primordial de la política económica. Sin embargo, el decálogo de medidas auspiciadas por la izquierda, van en la dirección opuesta. Sólo la intención de contra reformar lo que se reformó desde 2012 de manera adecuada, alejan a los potenciales inversores y las expectativas de las familias se desvanecen. La incertidumbre y la irracionalidad hacen suyas situaciones regresivas para el crecimiento y la creación de empleo. Sin empleo, ni hay justicia social, ni se genera riqueza. Sólo el caos.

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