Julio Malo de Molina

Kibutz: vida en común

La conocí cuando ambos teníamos poco más de veinte años, en Paris donde se alojaba de forma provisional, pues sus padres prófugos de Pinochet ya vivían en Israel

Julio Malo de Molina
CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Kibutz es voz hebrea que significa «agrupación» y sirve para denominar a las comunas que desde 1905 desarrollan un modelo de vida y de producción colectiva en lo que ahora es Estado de Israel, mediante un sistema de organización al modo comunista, donde no existe ni la propiedad privada, ni la familia, y todas las decisiones se toman a través de la Asamblea de los comuneros. Tema muy conocido en los círculos progresistas de mi juventud, si bien fue Ana Jessurum quien me ilustró profusamente acerca de ese interesante modelo de organización social aún vigente. Ana era judía no observante nacida en Santiago de Chile. La conocí cuando ambos teníamos poco más de veinte años, en Paris donde se alojaba de forma provisional, pues sus padres prófugos de Pinochet ya vivían en Israel, mientras ella aguardaba a que la Asamblea de un kibutz la admitiese pues prefería la vida sana y liberal de las comunas, frente a la algarabía consumista y cosmopolita de Tel-Aviv.

Pronto ingresó en un kibutz agrícola llamado Gal-on, allí vivió feliz y durante algún tiempo mantuvimos contactos; supe luego que como consecuencia de una grave enfermedad falleció en esa comunidad rural que fue su hogar durante muchos años. Recordarla ahora induce hablar sobre este modelo de organización comunista que sobrevive con vigor en el interior de un Estado en el cual predomina la economía de libre mercado, y cuya vigencia desmiente a quienes piensan que sólo se puede producir de forma eficaz al modo capitalista. Actualmente más de 150.000 personas viven en los diversos kibutz israelitas, tanto de carácter rural como industrial.

Las primeras comunidades judías inspiradas en el marxismo tuvieron un carácter exclusivamente agrario, pero con el tiempo se fueron ampliando las opciones, de manera que a las antiguas comunas agrícolas hoy se las conocen como «kibutz tradicionales». En cualquier caso, tanto en éstos como en los restantes rige el principio básico del socialismo colectivista: «de cada cual según sus posibilidades y a cada cual según sus necesidades». La propiedad compartida, la rotación de puestos, y las decisiones siempre adoptadas en asamblea, son constantes que también se conservan. Y lo más importante, si bien hay algún kibutz religioso, la mayoría son francamente laicos. Una cuestión que sin embargo se ha flexibilizado es la crianza colectiva de los niños, pues muchas madres se han negado a dejar obligadamente a sus hijos por la noche. Ya son pocos los kibutz que mantiene hogares infantiles y cada chaval duerme junto a mamá. Una revista española en artículo reciente acerca de estas comunas judías, comenta el cambio explicando que los «niños diferentes» (el gordo, el feo, el lento, el sensible) necesitan el calor materno que ayuda a superar los complejos que padecen este tipo de chiquitines.

Los kibutz no sólo suponen un tipo de vida feliz y de trabajo solidario, también una formula rentable de producción que evita los sufrimientos derivados del sistema capitalista. Sus miembros suman poco más del 1% de la población de Israel, y representan el 45% de la producción agrícola y en torno al 10% de la producción industrial. Las solicitudes para acceder a los kibutz se han elevado notablemente y dicen que las listas de espera para entrar superan los cuatro años. No es el único modelo de producción alternativa al sistema de mercado libre; todos ellos prueban que la competitividad no es la única forma de crear riqueza, y muestran la libertad solidaria como norma de convivencia.

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