La foto

Lo hemos pasado tan mal que nada debería enturbiar nuestro derecho al merecido descanso y a disfrutar de la familia

Palacio de las Marismillas, en el Parque Nacional de Doñana - Pascal Tordeaux

Cuarenta y cuatro mil muertos. ¿O han sido cincuenta mil? ¡Que más da! Más de un millón de empleos perdidos, sumados a los tres millones de parados. Ya vamos por tres y medio. ¿O son cuatro? Y lo que viene. Pero… ¡que más da!

Se ha publicado que entre un treinta y cinco y un cuarenta por ciento de los comercios han cerrado sus puertas. Aunque la apariencia, durante cualquier paseo, es que el cerrojazo ha afectado a más del sesenta por ciento. Autónomos que de la noche a la mañana lo han perdido todo y la previsión de recuperación es inexistente. ¡Pero no seamos aguafiestas!

Familias destrozadas por la muerte, el desempleo o la ruina. La pandemia ha azotado al mundo entero, pero nuestro país ha salido peor parado que otros. En cifras y en desesperanza, comoquiera que ella pueda medirse.

Pero nada de eso importa cuando llega el veranito. Lo hemos pasado tan mal que nada debería enturbiar nuestro derecho al merecido descanso y a disfrutar de la familia. Y si cualquier mindundi puede coger su coche, llenar la nevera de hielo y cerveza y llevarse a su esposa e hijos a pasar un día en El Palmar, ¡cómo no va a poder nuestro presidente tomar su falcon, ordenar que no falte el Chivas en el mueble-bar y poner rumbo a Lanzarote!

Es lógico que usted haya cortado el grifo y haya acallado las protestas del pequeño, que no entiende cómo después de estar tres meses encerrado sin ver a sus compañeros y, confundido, cree que este verano sin casita con piscina es un castigo porque no se conectó al «tele-cole» todas las horas que debió hacerlo. Y que tenga que decirle a su esposa que durante estas dos semanitas de agosto el aperitivo en la terracita se quedará en dos cervecitas y las aceitunas. Que como en casa, en ningún sitio.

Es lógico. Las previsiones de lo que se nos viene encima son las que son; y no son tiempos para pecar de optimismo. Y hay que ahorrar todo lo que se pueda para dárselo a la cigarra. ¿O es que se cree usted que el avión presidencial funciona con agua? Y deberá usted también comprender que la señora del presidente quiera cambiar el cortinaje, menaje y disposición de estancias del palacete canario para poder estar a gusto. Que una semana pasa muy pronto y enseguida se verá mudada a Las Marismillas y, si nos descuidamos, doña Begoña ni recordará su estancia como no sea por algún detalle que algún miembro del personal tenga la delicadeza de inventar. Hay recursos para ello. Las vacaciones del respetado presidente y su esforzada esposa nos cuestan tres millones y medio de euros. Hay recursos sobrantes para ofrecerles un sosiego por tanto sacrificio.

La casita ha debido quedar preciosa. La foto del presidente sentado en el jardín del palacio que el Rey Hussein regaló al Emérito, riendo relajado a la cámara mostrando su bonito rostro feliz, se ha hecho viral. Nada importa que estemos pasando por una crisis económica con único parangón en la Guerra Civil. Ni que estemos sumidos en una situación socio-política similar a una caldera en ebullición que nos hace remontarnos a tiempos cercanos y previos a aquella Confrontación. Ni que este hatajo de inútiles haya hecho nada para preparar o prevenir la segunda ola de la pandemia, que ya nos ha convertido en el país europeo más infectado mientras Sánchez orinaba sus mentiras en nuestra sobremesa de telediario hablándonos del comité de expertos.

De Pedro se ha dicho ya todo. Algún calificativo no hace más que reconocer el mérito propio, como cuando se le llama embustero. Otros son más atrevidos y le tachan de traidor. Hay también quien incluso ha escrito que su perfil ofrece rasgos de cierta psicopatía. Yo, que me sumo a quienes piensan en todo ello, creo que este tipo no merece tanta energía desperdiciada en su descripción. Con aquella foto tan sencilla, él mismo ofrece una descripción simple de su persona: Indecente.

Un mal gobernante solo merece una justa derrota en las urnas. Pero un gobernante indecente merece un justo lugar en la cloaca de la Historia.

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