Javier Fornell

Decepciones políticas

Navarro dice que se marcha «con desengaños y frustraciones pero también con la satisfacción y sensación de haber dado el máximo esfuerzo y dedicación»

Javier Fornell

La marcha de David Navarro coge por sorpresa a muchos, pero también denota la realidad que se vive en el Ayuntamiento de Cádiz y la inoperancia de sus dirigentes. El concejal tenía que acometer dos grandes hitos: el primero, casi imposible, lograr la venta del módulo hotelero de un Estadio Carranza que pronto dejará (o no) de llamarse así; la segunda, firmar un convenio de la limpieza que lleva años en prórroga.

El concejal de Andalucía Adelante dice que se marcha «con decepciones, desengaños y frustraciones, pero también con la satisfacción y sensación de haber dado el máximo esfuerzo y dedicación y, sobre todo, el que haya contribuido, en la medida de mis modestas posibilidades, a sumar por el desarrollo de mi ciudad». Y seguramente lo haya intentado con todas sus fuerzas, ya que es de los pocos que se mostraban cuando era necesario y parecía estar presente en los actos importantes para esta ciudad.

Y no es menos cierto que debe sentirse frustrado, pues en cinco años no ha sido capaz de sacar ni un solo proyecto adelante. Del Estadio solo se sabe la existencia del interés de un grupo tailandés que se quedó en papel mojado; el resto de los supuestos interesados parecen formar parte de un cuento chino. Pero este hecho –no vender el hotel del Estadio– no puede manchar su labor, ya que será complicado que alguien lo logré.

Sí se le debe recriminar, sin embargo, que en cinco años no haya sido capaz de firmar el convenio de la limpieza de Cádiz, como no fue capaz de sacar un solo presupuesto. Una ciudad que destaca por su abandono, que se llena de campamentos ilegales (el último en los fosos de Puerta de Tierra); que ve cómo la basura se acumula en lugares de paso obligado como el Paseo Carlos III; una limpieza y mantenimiento que está ausente en la zona nueva de la ciudad, como si se tratase de ciudadanos de segunda. Por suerte, este año, las mascarillas atenúan ciertos olores.

El último de sus deberes sin cumplir ha sido el trato con la policía local, esa a la que él mismo pertenece y a la que volverá ahora, dejada la política y si no le inhabilitan. El conflicto con sus compañeros está a la orden del día y es complejo verlos por la calle, por la playa o por cualquier otro lugar en las últimas semanas. Y aquí tampoco ha sabido, o no ha querido, sentarse a negociar.

Dice en su carta de despedida que creía que la política era otra cosa; que era un servicio al ciudadano y que conllevaba negociación y consenso. Y eso, se le agradece. Se agradece que, aunque sin saber hacerlo, lo haya pretendido. Su problema, sin embargo, no estaba en frente. Son precisamente sus compañeros de banco los que cierran la puerta cualquier negociado. Claro ejemplo es la investigación que está realizando el fiscal contra la ocultación de datos de José María González a la oposición.

David Navarro se va con una carta que debería ser un toque de atención a todos los ediles: estamos en un momento histórico que requiere unidad. Si dejan a Cádiz morir por sectarios, no se les perdonará jamás.

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