Javier Fornell - Opinión

Cádiz es lo mejor del mundo

La bahía de Cádiz no tiene sentido sin pensar ella como en un ente global; un cuerpo perfectamente engrasado en el que cada localidad que forma parte de esta área metropolitana juega un papel transcendental

Javier Fornell

Hay quienes dicen que Cádiz es grande cuando mira al mar y que la ciudad vive un declive continuado desde que nuestro puerto se ha venido abajo. Pero esta apreciación parte de una premisa falsa: Cádiz ha sido grande cuando ha mirado a su bahía, ... y eso no es exactamente lo mismo. La bahía es, y debe ser, un enclave común, en el que todos participemos de las ventajas de una situación geoestratégica que no tiene igual en el mundo: entre dos mares y dos continentes y sin grandes problemas climáticos para trabajar.

Sin embargo, nos enfrentamos a un gravísimo problema: Cádiz es lo mejor del mundo. Pero Cádiz, no San Fernando, ni Puerto Real ni, mucho menos (¡Dios nos coja confesados!), Jerez. Y al jerezano, al portuense y al puertorrealeño le pasa exactamente lo mismo, creándose un chovinismo localista que nos lastra para el futuro.

Y nos lastra ya que esta visión supone pensar que un cuerpo está completo solo con el dedo gordo del pie. La bahía de Cádiz no tiene sentido sin pensar ella como en un ente global; un cuerpo perfectamente engrasado en el que cada localidad que forma parte de esta área metropolitana juega un papel transcendental.

Una bahía que debería convertirse en un único núcleo administrativo para ser una de las 10 ciudades más pobladas de España; con lo que eso conlleva. Pero para eso necesitamos políticos con una visión a largo plazo, lejos del servilismo del voto y pensando en lo que verdaderamente importa: crear empleo, hacer una ciudad sostenible en estilo de vida, pero también económicamente; una ciudad capaz de exigir y presionar a las concesionarias y al Estado para conseguir mejores servicios.

Debo reconocer que sueño con ver la aparición de esa ciudad que aúne a todas las que componen nuestra bahía. Pero no soy tonto, sé que no lo veré. Para eso deberíamos tener la mirada lejos de nuestro ombligo y no sabemos hacerlo. Caemos en un localismo cateto que nos enfrenta, como hooligans en un campo de fútbol, a todo lo que no es “nuestro”. Ese mismo sentimiento que hace que neguemos la realidad: Cádiz no se muere, se transforma. Es cierto que nuestra ciudad pierde población, pero mucha de ella se establece en las localidades vecinas por muchos motivos: el precio, la facilidad de acceso a la vivienda, la amabilidad de la ciudad frente a un Cádiz cada vez más antipático para quien necesita / quiere un vehículo.

Y eso me alegra. Es una razón de esperanza para el futuro. Al igual que la “generación erasmus”, dentro de unos años encontraremos hijos de gaditanos que viven en Jerez y que dejarán de ver a las dos urbes como ciudades rivales. Quizá, en ese momento, nuestros políticos empiecen a sentir la necesidad de transformar administrativamente la ciudad. Aunque algo me dice que seguirán mirando intereses partidistas, cuotas de poder y reparto de este. Al fin y al cabo, hace mucho que los políticos por devoción y servicio dejaron paso a esa extraña casta que, sin importar el color del collar, han encontrado en la política la mejor y única forma de vida.

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