OPINIÓN

Hacer tiempo

Nunca el Congreso de los Diputados fue tanto y tan bien la Cámara de los representantes, por el papelillo de cada cuál y porque eso es lo que somos nosotros

Nunca el Congreso de los Diputados fue tanto y tan bien la Cámara de los representantes, por el papelillo de cada cuál y porque eso es lo que somos nosotros. Algo estúpidamente engreído anida en el en pensar que nos merecemos otros políticos, pues en realidad representan al pueblo. Son el pueblo. El Congreso es la sociedad misma: trolls, zascas y attention whores. Disfruto como puede disfruta un entomólogo de los nuevos personajes que emergen de la soberanía popular. Meritxell Batet, por ejemplo, que es la Daenerys targaryen del federalismo de España, pues dispone de todo el ancho de banda del asuntillo territorial, desde el 155 a aquel voto que depositó en favor del referendum. El federalismo es el pret-à-porter del PSOE, y el cincogé de esta legislatura y de todo lo que viene.

La presidenta del Congreso, que desfilará esa colección muy pronto, le pregunta a Marchena si tiene que suspender a los políticos procesados -Junqueras, Sánchez, Rull y Turull, dicho en ese orden, no se me despisten en la letanía-. Parece que Batet no ha entendido la vez en que Marchena le dijo que debía suspender a los políticos procesados “a los efectos procedentes” y no “a los efectos que procedan”, que es distinto. Ahora ella pregunta y repregunta, como esas conversaciones que entablan los niños cuando es hora de dejar la tele y de irse a la cama. “Suspéndelo tú, que a mí me da la risa”, viene a decir. Quizás Batet esté haciendo tiempo para no tocar nada antes de que el domingo España plante la “sacra urna”, que dijo Zamarrón, al que apodan Valle Inclán, pero que trasladado a la España actual se aparece como la Velvet Undreground del Régimen del 78.

Hacer tiempo... Hay algo bello en hacer tiempo, porque el tiempo nunca se hace: solamente se destruye y se malgasta, pues siempre corre en el mismo cochino sentido. Siempre se aleja, como la ocasión. “Cómo de entre mis manos te resbalas”, le reprochaba Quevedo al tiempo. El amor, en cambio, sí se hace cada vez, como si no estuviera hecho ya.

Hacer tiempo es una alquimia a la que solamente juegan los nigromantes y Pedro Sánchez, que cree que puede jugar a todo. Mi hija, que es rubia como Batet, se fijó un día en un brote de roble en el campo. Le dije que era un árbol muy joven, pero que algún día crecería y que sus ramas concebirían el cielo. Ella se sentó en el suelo, tocó la hierba a su lado y me dijo: “Ven, aita, vamos a esperar”.

Batet tiene algo de contemplativo y permanece silente mientras juran destruir la nación los enemigos de España. Lo juran por el mandato republicano, que es un poco jurar a lo Panenka, y por Arturo y ojalá alguien jurara “Por mis cojones, lo juro”, que sería sin duda el juramento más español y por tanto, convincente. Y la presidenta queda ahí suspendida en el olimpo de la tribuna, oh, Batet-Euterpe. Euterpe era una musa griega protectora de todas las artes, pero especialmente de la de tocar la flauta.

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