Julio Malo de Molina

Fue en Granada

Con 38 años ya se le tenía por uno de los mejores poetas de la lengua castellana, fue una leyenda en vida y su muerte prematura le convirtió en un mito

Julio Malo de Molina
CÁDIZ Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El crimen fue en Granada’, así titulaba Antonio Machado un poema que describía la pasión y muerte de Federico García Lorca «en su Granada». Con 38 años ya se le tenía por uno de los mejores poetas de la lengua castellana, fue una leyenda en vida y su muerte prematura le convirtió en un mito. Fusilado el 18 de agosto de 1936, el jueves se cumplieron ochenta años del sacrificio. Uno más de entre ese millón de muertos que se llevó aquella guerra terrible, como dejó escrito el General Escobar en su celda la mañana en que los sublevados le llevaron también al paredón. Federico había llegado a la finca familiar Huerta de San Vicente el 14 de julio de 1936, tres días antes del golpe militar que resultó un fracaso en casi todas los lugares de España, de hecho también en Granada la situación parecía tranquila y controlada, pero el día 20 los militares sublevados toman el poder y fusilan al alcalde de la ciudad, primo de Lorca.

Éste sabe que corre peligro, aunque no se encontraba afiliado a ningún partido político y se consideraba católico progresista, sin embargo la burguesía granadina le condenaba por su colaboración con las instituciones culturales de la República y por ser homosexual. Se refugia en casa de su amigo el poeta falangista Luis Rosales, pero el 16 de agosto fue detenido; trasladado junto a un maestro y dos banderilleros a una casucha próxima al pueblo de Víznar, a las cinco menos cuarto de la madrugada del 18 de agosto fueron fusilados los cuatro. El crimen desató una conmoción internacional por el prestigio del joven escritor, pero en aquellos tiempos de fuego y de rencores nada importaba, ni siquiera el exilio voluntario de Manuel de Falla que escribió una carta a Pemán, ministro del gobierno de Franco en Salamanca, clamando contra las atrocidad que se cometían.

Atrás quedaron los tiempos felices de un hombre bueno y alegre; la Residencia de Estudiantes de Madrid, por donde pasaron personajes como: Einstein, Madame Curie o Le Corbusier; su amistad con Neruda, Alberti, Buñuel, Luis Lacasa, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez, y su entrañable relación con Salvador Dalí. También sus viajes, como cuando acompaña en la primavera de 1929 a Fernando de los Ríos a Nueva York, donde inicia un excelente poemario: «Y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas/ cuando sus gritos llenan el valle/ donde el Hudson se emborracha con aceite». Para entonces ya era un poeta consagrado y su ‘Romancero Gitano’ había sorprendido por el refinamiento con que canta los sentires profundos de ese grupo étnico y cultural. Luego la experiencia de La Barraca durante el periodo republicano que lleva las piezas teatrales de los clásicos por ciudades y pueblos de España.

Lorca fue un moderno según García Montero; también fue un escritor popular, un especialista en flamenco, un gran dramaturgo, cinéfilo, viajero, músico y dibujante. Una de las grandes figuras de la literatura universal y traducido a muchos idiomas. A mí me enternece particularmente su cancionero, en parte compuesto por él, pero que también recoge el folclore popular como ese zorongo gitano. Paco Ibáñez canta alguna de sus piezas en conciertos que se reparten por todo el mundo a finales de los sesenta. Muchos más recogen alguna de sus hermosas canciones, como Leonard Cohen o Ana Belén: «El lagarto está llorando, la lagarta está llorando». Lorca vive de nuevo cada vez que suenan sus hermosas coplas.

Ver los comentarios