OPINIÓN

La Gran Ola: los deberes sin hacer

Chipiona fue una de las zonas costeras duramente castigadas por el maremoto de 1755, y en donde sabemos que la primera ola llegó 1h y 15 minutos después del terremoto

Gregorio Gómez Pina

Cada año, cuando llega el 1 de noviembre, sigo fiel a mi costumbre de escribir algo sobre el maremoto de Cádiz, para recordarlo, aunque solo sea ese día. El año pasado, a resultas del magnífico documental 'La Gran Ola' , se me ocurrió poner como título 'La gran ola, hagan caso por favor'. Quería transmitir mi interés por que la sociedad —en particular la que potencialmente pueda estar más expuesta a este peligro natural— no se olvidara de la zona donde vivimos, de lo que sucedió en 1755 y también de las consecuencias tan desastrosas que tuvo el Tsunami del Índico en 2004. Posiblemente el mayor desastre natural de la época moderna: 275.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 125.000 heridos , 'solo' por la acción de dos o tres ondas mortíferas, espaciadas, que viajaban por el océano a la velocidad de un jet, sin ser detectadas, y que, al acercarse a costas distantes en el océano, fueron capaces de sembrar una tragedia humana de enormes consecuencias.

Este mensaje fue transmitido magistralmente por el joven director Fernando Arroyo, con la colaboración de la española María Belón —superviviente de esa tragedia, con su familia—, que insistentemente nos transmitía el que hiciéramos caso a ese peligro latente que podía despertar algún día, sin avisar.

Al estreno de esa película en Cádiz le acompañamos un grupo personas que vivíamos en esta ciudad y que habíamos participado en el documental. Durante el mismo, estuvimos opinando sobre distintos aspectos, estableciéndose un diálogo muy interesante —y poco usual—, entre el director, el público y los que habíamos intervenido. El resultado fue muy positivo y he de decir que salí con la impresión de que al menos se había avanzado en la concienciación del público que había asistido

El documental se repitió en otros sitios y también en la costa de Huelva —enclave potencialmente más cercano al punto donde pudiera producirse esa gran ola— con notable éxito. Por lo que me contaron, se despertó un interés especial en el desarrollo de algún sistema local, aunque fuera básico, de prevención y aviso de un posible maremoto, a imitación de alguno de los municipios costeros portugueses, que habían tomado esa loable iniciativa ya hace algunos años.

Contagiado con la ilusión de que ya por fin avanzábamos en la dirección correcta, aunque fuera lentamente, volvimos a organizar el viernes 10 de noviembre del año pasado, en Chipiona, otro pase del documental, en donde expuse un tema, ya para mí clásico: «¿Qué es un tsunami?, Importancia de la educación ciudadana» , con un coloquio abierto con el director del documental. Dicho acto contó con la colaboración del Ayuntamiento y la Asociación de Mariscadores de Corrales “Jarife” —de la que me honro ser miembro—. El resultado —como era de esperar— fue muy gratificante por el gran interés mostrado por los numerosos asistentes en disponer de un plan de ámbito local, en cuanto la Comunidad Autónoma de Andalucía diera el pistoletazo de salida y sus correspondientes indicaciones.

No en vano, Chipiona fue una de las zonas costeras duramente castigadas por el maremoto de 1755, y en donde sabemos que la primera ola llegó 1h y 15 minutos después del terremoto, causando cuatro muertos, quedando las calles y las playas inundadas. En su recuerdo, cada año se saca en procesión la imagen del Cristo de la Misericordia, desde la ermita que lleva el nombre del cristo hasta la Cruz del Mar, en donde existe un monolito recordando la efeméride. Razón tienen los chipioneros en querer tener pronto un plan de ámbito local que les indique cómo actuar en caso de aviso de un posible maremoto, habida cuenta de su vulnerabilidad y de su gran ocupación turística durante el verano.

La ciudad de Cádiz fue estudiada en detalle como resultado del proyecto europeo TRANSFER, no despertando —en términos generales— un mediano interés entre las autoridades autonómicas y locales de entonces, a pesar de haber sido presentado en su día en esta ciudad. En ese sentido debo reconocer que me sorprendió favorablemente el interés mostrado por el Alcalde actual de Cádiz, que me llamó personalmente —estando yo recién jubilado—para que le explicara todo el asunto relativo a la existencia de algún plan de emergencia ante el riesgo de un tsunami en la ciudad de Cádiz.

Ello lo hice gustosamente, explicándole los estudios muy avanzados que existían ya para su ciudad. Puse especial énfasis en que conociera que el Gobierno de España había aprobado la Directriz Básica de Planificación de Protección Civil ante el Riesgo de Maremotos, con un Real Decreto de 21 de noviembre de 2015. En él se establecían los requisitos mínimos para una adecuada coordinación con los diferentes planes de las Comunidades Autónomas y, dentro de estos últimos, con los planes de actuación de ámbito local. Dicho de otra forma muy directa, le aconsejé que se dirigiera al organismo correspondiente de la Comunidad Autónoma de Andalucía —la Dirección General de Interior, Emergencias y Protección Civil de Andalucía— y se interesara por saber en qué situación estaba todo esto. Le advertí que dicha directriz nacional no había puesto fecha a las Comunidades Autónomas para que tuvieran acabados sus planes correspondientes…y eso en España ya se sabe cómo suele acabar —le dije.

No he tenido más noticias de su gestión con el organismo autonómico encargado, ni oído ni leído nada relacionado con los maremotos en Andalucía. Bueno, este 1 de noviembre se volverá a recordar el de 1755; la Virgen de la Palma saldrá en procesión y posiblemente sea yo la única nota disonante que se atreva a decir que quien tenía que hacer los deberes no los ha hecho.

Pensándolo mejor, ¡para qué nos vamos a complicar la vida con esto del tsunami! Si viene uno, ¡pues ya veremos qué pasa!— pensará mucha gente. Y digo yo: si Canal Sur ni siquiera ha puesto ese documental del que he hablado, no debe ser la cosa como para alarmar a la gente. ¿Para qué complicarme la vida?, ¡con lo bien que se vive aquí!. Lo mismo me animo y le pregunto a María del Monte y a Juan y Medio que me lo expliquen.

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