Opinión

Ciudades sin alma

Antes, bajar a Cádiz era encontrarte con un montón de conocidos; hoy sólo se ven chanclas, camisetas y gafas de sol

Turistas paseando por la plaza San Juan de Dios. Antonio Vázquez

Cuando yo era ‘chiquetito’, allá por finales de los 70, principios de los 80, en Cádiz aún había ‘guettos’. Y no pocos. Algunos barrios del casco antiguo –así le llamábamos, nada de casco histórico ni por supuesto Cádiz Norte– eran absolutamente marginales. La vida en ... La Viña, El Balón, Santa María, El Pópulo... estaban marcadas por el paro y la heroína. Igual que en otros de Extramuros como Guillén Moreno, El Cerro del Moro e incluso me atrevería a decir que Loreto y la Barriada de la Paz. Pasear por sus calles a según qué horas era sencillamente peligroso. Todo aquello acabó, por fortuna, fundamentalmente gracias a dos factores: el soterramiento de la vía del tren, que dejó de dividir en dos esa zona de la ciudad, y la llegada de fondos europeos para la rehabilitación de viviendas en el centro. Ambos proyectos hicieron progresar a Cádiz de forma inopinada durante los 90 y los primeros años de este siglo XXI. Por más que algunos se empeñen en vender sandeces como que hoy día hay una mayor esperanza de vida en Bahía Blanca que en La Viña, lo cierto es que Cádiz es una ciudad bastante homogénea socialmente hablando, donde no hay grandes diferencias entre sus vecinos. Digamos que somos un barrio grande. Sin que nadie se ofenda. O sí. Allá cada cual con sus complejines.

Esa primera realidad de los años iniciales de la democracia –barrios marginales– dio paso a la realidad en la que hemos convivido estas dos últimas décadas –ciudad homogenea desde un punto de vista económico social–. Y ahora, desde hace apenas un par de años pero a una velocidad de vértigo, estamos asistiendo a otro escenario absolutamente nuevo: la conversión del casco antiguo de Cádiz en una zona residencial para turistas. El número de apartamentos turísticos se multiplica a pasos agigantados. Cada vez vamos quedando menos gaditanos. Así lo indican los datos oficiales. Y así lo puede usted comprobar con sus propios ojos. Haga una prueba, en absoluto empírica, pero muy esclarecedora. Si es usted de Cádiz, dese una vuelta por el centro. Pasee por Columela, Ancha, San Francisco o Canalejas. A ver con cuántos conocidos se cruza. Queramos o no, vivimos en una ciudad pequeña. Nos suenan muchas caras. Y hace unos años, bajar a Cádiz un sábado por lamañana era pararse a charlar con un montón de gente. En la puerta del antiguo estanco de la calle Ancha, en la farmacia de El Palillero, en Galerías, en San Agustín. Hoy sólo verá chanclas, bermudas, sombreritos y gafas de sol. Que no digo que sea ni mejor ni peor. Eso lo dirá el tiempo. Simplemente es una realidad que nuestros actuales dirigentes deben gestionar con habilidad, porque corremos el riesgo de convertirnos en una ciudad turística. Pero sin alma.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Ver comentarios