El chascarrillo del gaditano vago

Los andaluces, los gaditanos, puede que todos los pueblos del sur de cada país del mundo, arrastran la fama de perezosos, de vagos. Millares de chistes y frases hechas les muestran como personas muy vagas, desafectas del trabajo y el esfuerzo, alérgicas a la constancia y la perseverancia. Los norteños arrastran clichés contrarios pero igualmente empobrecedores, generalizadores y estúpidos. Por desgracia, grandes sectores de la población, en todos los tiempos, en todos los sitios, han encontrado una gran facilidad para hacer suyos esos lugares comunes. Debe de ser que pensar sí que provoca pereza y es mejor quedarse en la generalidad en vez de esforzarse en calificar a cada persona, a cada comunidad, por su comportamiento real. Ya se sabe: los andaluces son traicioneros, mentirosos y muy poco trabajadores.

Los vascos, voluntariosos, obstinados, simples y brutos. Los gallegos, ambiguos. Los catalanes, rácanos e independentistas. Así, todo. Todos, sin matices ni diferencias, sin dudas ni experiencias personales. Los tópicos son tan atractivos que incluso han generado una industria completa, un género de películas y series de televisión. Pero con ser triste que los ciudadanos hagan suyas creencias tan ridículas, es bastante más doloroso que desde medios de comunicación e instituciones públicas se imite tal comportamiento. El caso de un trabajador del Ayuntamiento que habría estado seis años sin trabajar en su puesto ha creado toda serie de chanzas. «Héroe», «de Cádiz tenía que ser», «qué arte» y otras lindezas que sólo arañan la superficie. Parece que el caso es mucho más complejo. Incluye posibles características de acoso, de arrinconamiento, venganzas sindicales... Hay versiones encontradas y el señalado acudió muchos días a su puesto de trabajo antes de rendirse. Pero antes que tratar de averiguar qué pasó, es más fácil montar el chiste. Siempre hay una televisión que lo compra y un tuit que lo repite. Siempre habrá un concursante gaditano en un ‘reality’ para potenciarlo.