OPINIÓN

Con el calor que hace

Una vez ZP salió por una puerta, me miró, me dio la mano

Sol de rayos anchos blancos y verticales. A los higos morados que le daba Juan Ramón a Platero les cuelga una gotita de miel de fuego. Los niños juegan jadeantes al sol de las siestas porque ser niño es pasar calor sin darse uno cuenta. ... Las chicharras enloquecen de alegría allá en las quebradas, y Josep Borrell, que era la cabeza de lista por Europa, renuncia a su acta de eurodiputado y se echa en la sombra de los corrales polvorientos. En España hace más calor que debajo de un plástico.

He dormido la siesta junto a mi hija en la penumbra de la habitación un rato antes de que la ametrallaran los rayos de la tarde con sus cartesianas geografías y atravesaran el aire de la sala como espadas de luz sobre el cuerpo de un mago. Mi hija cree que en nuestra cama duerme mejor y por eso la visita cuando no concilia el sueño, como si la cama tuviera poderes. Ya dormida, la niña posa su brazo inerte y húmedo sobre mi nuca. Imagino nuestros cuerpos vistos desde arriba y no dejo de ver la imagen del padre y la hija ahogados en la orilla del Río Grande. Temo que en adelante, todas las siestas sean esa foto.

Tenemos muy mala memoria para el clima. Cada sofoco parece el primero. «Nunca ha hecho tanto calor», le dice Pablo Iglesias a Sánchez en su reunión en Moncloa, y Sánchez le responde que prefiere un gobierno con la derecha.

El calor siempre vuelve porque ya ha hecho este calor antes, como Madonna o como Mecano o como Rodríguez Zapatero, que nunca se han terminado de ir del todo. Aquí tenemos de nuevo al expresidente socialista, un tipo muy educado en el trato en el que sin embargo siempre encuentro un punto de familiaridad y de catástrofe, como cuando tiran un edificio y a mitad de trabajo en una pared queda al descubierto el alicatado de un cuarto de baño o un antiguo dormitorio con el póster de un cantante suspendido sobre el vacío.

Una vez ZP salió por una puerta, me miró, me dio la mano –da bien la mano– y me dijo con una energía desbordante: «¿Parece que va a nevar, no?», y a mí me pareció Winston Churchill. Ahora es julio y ZP habla en RAC1 de lo de Cataluña desde el puente de Pipriatt del constitucionalismo ¿Qué es ese rayo de luz sobre el reactor de Chernobyl? ¡Es el diálogo de ZP que viene a iluminarnos! ¡Qué bonito es; parece una fuente! Y este polvo, si parece que nieva en agosto. Después de lo de Venezuela, ZP viene a enredar en este asunto y a mediar. A relatar, si hace falta. Dice que habrá que estudiar las peticiones de indultos de los políticos presos, cosa normal, pues no se van a quedar sin estudiar. También espera ZP que la sentencia del procés no comprometa –aquí carraspea y guarda un segundo de silencio en el que cabe la catedral de Burgos– la convivencia. No es la sentencia lo que compromete el diálogo. Los que comprometieron el diálogo fueron los acusados. Lo que le faltaba a Cataluña es que viniera Zapatero a decir cosas zapatéricas. Con el calor que hace.

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