Delirios

Kichi se empeña en tratar de ajustar cualquier cosa a su discurso victimista de la clase obrera sometida por la derecha explotadora, por ridículo que sea

Ignacio Moreno Bustamante

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A veces resulta cansino, lo confieso, ejercer nuestra obligación y nuestro trabajo de denunciar día tras día, semana tras semana, los despropósitos de quienes gobiernan la capital gaditana desde hace ya más de siete años. Cansino y a veces también descorazonador, ya que habitualmente predicas en el desierto, pues vivimos tiempos de trincheras muy marcadas, en las que son muy pocos los dispuestos a dialogar y a tratar de entenderse más allá de ideologías. Desde luego no lo son los miembros del equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Cádiz. Bien al contrario, cada día se empeñan en dividir y confrontar más y más. Por supuesto, con su líder a la cabeza. Un Kichi que siempre fue un extremista, «un revolucionario», como él mismo se define, pero que en esta segunda etapa de su mandato se ha radicalizado aún más. Tanto, que muchas de sus afirmaciones superan de largo el delirio, entendido desde el punto de vista de la psicología como una «confusión mental caracterizada por alucinaciones, reiteración de pensamientos absurdos e incoherencia». Sólo desde esta definición se pueden entender algunos de los postulados que viene defendiendo reiteradamente a través de sus redes sociales. Esta misma semana ha afirmado que la solicitud de la Junta de Andalucía de obtener más metros cuadrados para la Ciudad de la Justicia –hecha por el nuevo consejero del ramo en una entrevista concedida a este periódico y a ABC– responde al «clasismo» de sus dirigentes, «que no quieren hacer nada que beneficie a los barrios obreros como Loreto o Guillén Moreno». Todos coincidimos en que después de que el anterior consejero, Juan Marín, alcanzara un acuerdo para llevar a cabo dicho proyecto, es un absurdo replantearlo de nuevo, volver a empezar de cero. Una cagada, dicho mal y pronto. Pero tratar de vender que no lo quieren hacer «porque son unos clasistas» es ridículo. El alcalde de Cádiz se empeña en tratar de ajustar cualquier cosa a su discurso victimista de la clase obrera sometida por la derecha explotadora. Por ridículo que suene. Por eso digo que resulta cansino tener que explicar que Cádiz es en sí mismo un 'barrio obrero' grande. Por su propia fisonomía como ciudad, las diferencias de renta entre unos y otros son infinitamente menores que en cualquier otra capital de España. Incluso las distancias físicas. Es tan absurda su teoría que se rebate simplemente recordando los proyectos realizados en la ciudad en las etapas anteriores a su llegada a San Juan de Dios y antes de que la crisis lo paralizase todo: segundo puente, soterramiento, rehabilitación de viviendas, reforma del estadio, espacios culturales, bibliotecas, parques infantiles... proyectos palpables y beneficiosos para todos los ciudadanos, sin distinciones de ningún tipo. Todo lo que dice es tan absurdo que resulta surrealista. Más en boca de alguien que no sólo no ha llevado a cabo ni un sólo proyecto de calado en la ciudad en casi ocho años, sino que la ha deteriorado de forma más que evidente, empezando simplemente por la que debería ser su prioridad: la limpieza.

Algo parecido le pasa con el conflicto con la Policía Local, por citar otro asunto de actualidad. Acusa a los agentes de no querer trabajar, de coaccionar, de «secuestrar» la ciudad, cuando piden simples mejoras laborales y salariales. Exactamente lo mismo que sus amigos del Metal, a cuyas facciones más radicales tanto defendió cuando utilizaron la extrema violencia en sus protestas. Y exactamente igual que hacen otros muchos colectivos que dependen de su gestión y a los que no se dedica a insultar como sí hace con los agentes.

Kichi tiene una evidente distorsión de la realidad. Sólo la ve con sus ojos anticapitalistas y radicales. Con sus ojos de político resentido, acomplejado, envidioso. Utiliza la ciudad que gobierna como excusa para la confrontación. No la mira para buscar soluciones, sólo motivos para tratar de adoctrinar. Delirios, es lo que tiene en la cabeza. Y no precisamente de grandeza. Más bien de miseria.

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