El apunte

El Carnaval recupera su vitalidad

Cientos de miles de visitantes han tomado las calles de Cádiz para disfrutar de su fiesta grande, pero siempre debe ser desde el respeto

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Al fin. Más de mil días después, gaditanos y visitantes disfrutarán del Carnaval en todo su esplendor. Con mascarillas pero del Millonario, sin más límites que la propia educación; con risas y sin miedo, en total libertad. La pandemia ha dejado cicatrices en cuerpo y alma si bien esta fiesta terapéutica ha tenido un efecto balsámico en sus seguidores, y el estallido previsto para esta próxima Semana Santa de Carnaval supone el reencuentro pleno con la normalidad.

No en vano el mensaje que ha imperado durante este mes largo e intenso de Concurso ha sido el del 'carpe diem': la vida son dos días y hay que aprovechar el momento. Es la filosofía que destila esta nueva época post-covid, en la que se postergan los problemas para cuando lleguen de verdad en una lógica, humana y colectiva procrastinación. El mañana no existe.

Así pues, hordas de visitantes y turistas desembarcaban ayer por carretera, vía y mar para arrancar nueve días que se antojan frenéticos. Los hosteleros prevén recuperar las cifras ya históricas de ese final de década pasada, tanto en pernoctaciones como en consumo, aumentando los ingresos por la subida del coste de la vida. Y las primeras estimaciones aseguran un primer domingo de coros a la altura de los años previos al coronavirus.

La ciudadanía ha sufrido muchísimo en el inicio de esta nueva década y merece ese derecho a disfrutar antes de que se ciernan sobre ella los nubarrones que se atisban en el horizonte. El Carnaval te concede de manera gratuita esos tiempos de dispersión en los que desconectar de los problemas de la realidad cotidiana. El disfraz posee ese efecto subversivo, un brindis para sacar ese 'alter ego' y vivir durante horas una realidad paralela.

Pero siempre, siempre, de manera responsable. Cádiz ha sido capaz de unirse en todos sus extremos para desterrar esas imágenes vergonzantes de suciedad, alcoholismo, desenfreno y patético patosismo de aquellos días en que muchos confundieron el Carnaval con un botellón. Esta tradición, folklore popular y aspirante a patrimonio de la humanidad nunca deberá ser el patio de juerga de cuatro gamberros que confunden el sonido con el ruido, la copla con la copla, el carnaval con la bacanal. Ahí no es.

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