Un café 'bebío'

Vivimos tiempos convulsos en los que todo tiene que estar supeditado a una inmediatez que no nos permite disfrutar de las pequeñas pausas

Antonio Ares

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Por aquel entonces no existían datos oficiales de ocupación hotelera, pero las noches de agosto eran un bullir de gentes con más ganas de disfrutar que posibles. Tampoco entendíamos de la repercusión económica que para la ciudad tenía la celebración del Trofeo de los Trofeos, el Carranza. Sin embargo el latido de la ciudadanía marcaba el ritmo de las ganas con mucha alegría.

Nadie entendía de reservas, de turnos de comida y cena, ni de estrellas Michelín ni de soles de Repsol, pero al atardecer las calles de los alrededores de la Plaza de San Juan de Dios se poblaban de un flujo migratorio dispuesto a disfrutar del buen yantar. No existían los horarios de cierre, y el candado del restaurante lo marcaba el cliente recalcitrante de sobremesa de largas horas. El Sardinero, El Caleta, Casa Samuel, El Novelty, El Español, El Velarde Plaza, La Cepa Gallega, La Flor de Galicia, bordaban a su clientela con arromas de gambas al ajillo y almejas a la marinera con toque de manzanilla.

Había un momento en el que convivían el cierre de la hostelería con el aroma a café de Los Pabellones, Los Negros y El Lucero. El nombramiento para los estibadores de la colla era de madrugada, y el relente se combatía con una copa de aguardiente y un café 'bebío'. La rapidez en la primera y, según dicen, la principal comida del día, está reñida con las buenas formas y la salud.

Ante tanta ocupación turística nos van a limitar el tiempo del desayuno. No ya porque venga regulado en convenios colectivos y acuerdos de mejora, sino porqué un cronómetro fantasma nos marcará el ritmo entre los churros y los sorbos de café. Sólo quedará tiempo para media pulguita con aceite y tomate y un café a gusto y usanza de nuestro paladar.

Otros lujos culinarios, como unas lonchas de jamón de pata negra o aguacate en su punto justo de madurez, tendrán que esperar, y sólo podrán ser consumidos fuera de horario mañanero. Vivimos tiempos convulsos en los que todo tiene que estar supeditado a una inmediatez que no nos permite disfrutar de las pequeñas pausas. Se acabó la conversación madrugadora de un lunes, con un cortado por delante, en la que se relataban las hazañas o las desventuras de tu equipo favorito. Ya se ha terminado con la lectura a hurtadillas de ese Diario con algún que otro resto de pringue mañanera. Nunca más veremos a esa pareja de personas mayores que, con la energía que da un descafeinado de máquina y la hidratación de un vaso de agua del grifo, eran capaces de contar uno por uno a cuanto turista desembarcado de un crucero pasaban por la plaza. Ya nunca más podrán identificar por la indumentaria y los rasgos faciales la nacionalidad de la tripulación a la que tocaba descansar ese día.

Imponer de moda el tele desayuno no es pensar que te van a sorprender en la cama con un café recién hecho, una rebanada de pan de campo con aceite tomate y jamón, y un zumo de naranja recién exprimido. Es más bien que tienes que optar por un simple café bebio. Eso sí con la leche tibia, no vaya a ser que te puedas quemar la lengua.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación