EDITORIAL

Sánchez se olvida del 27-O

El apoyo del separatismo catalán a Pedro Sánchez es una opción táctica y coyuntural que da tregua a los nacionalistas para rearmarse social y políticamente

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez EFE

ABC

El presidente de la Generalitat recordó ayer a Pedro Sánchez de qué va el separatismo catalán. Torra aprovechó el primer aniversario de la denominada «declaración unilateral de independencia» para afirmar que «volver atrás no es ninguna opción». Luego aclaró que el momento actual es una transición desde la declaración del 21-O a «su implementación». Es decir, el apoyo del separatismo catalán a Pedro Sánchez es una opción táctica y coyuntural que da tregua a los nacionalistas para rearmarse, a expensas de la desorientación del PSOE y su obsesión por amarrar votos. Al mismo tiempo, el Gobierno de Sánchez responde a la reafirmación separatista con ofertas de más diálogo, presiones al Tribunal Supremo y a la Abogacía del Estado y anuncios de reformas legales que satisfacen a los secesionistas. Esta es la manera que tiene Pedro Sánchez de celebrar el aniversario del 27-O, eso sí, poniendo de nuevo tierra de por medio con un viaje perfectamente prescindible a Italia. Mientras tanto, sus ministros han trabajado a destajo para culpar al PP y a Ciudadanos de la crispación política, con el inefable apoyo de la última encuesta del CIS de Tezanos. Todavía hay quien en el Gobierno pone a Casado y Rivera al mismo nivel que los independentistas, cínica manera de obviar que se sientan en el banco azul del Congreso gracias a los votos de los golpistas catalanes. Ni una palabra gubernamental de reivindicación del 155, cuya aplicación se rebajó para lograr el apoyo de los socialistas, pese a no ser necesario en el Senado.

Con estos discursos, poco o nada va a cambiar en el separatismo y en el socialismo español. Uno y otro han encontrado el equilibrio de prestaciones recíprocas, que tienen en común no molestarse para que cada cual conserve su cuota de poder. No importa que Cataluña viva sin Parlamento desde hace meses, ni que los planes separatistas sigan su curso, ayer agitados por Puigdemont y su Crida, nueva marca electoral para reivindicar su cuota de poder e influencia. Pedro Sánchez no repara en la gravedad de que la democracia parlamentaria esté desapareciendo a marchas forzadas de Cataluña, para ser sustituida, ahora ya públicamente, por un régimen nacionalista y supremacista que ha dañado el tejido empresarial y las perspectivas económicas de esta comunidad. Esa es la verdadera ultraderecha en España. El PSOE quiere anestesiar a la opinión pública española con una burda operación de marketing que blanquea al separatismo como interlocutor y, al mismo tiempo, criminaliza a Pablo Casado y Albert Rivera por no secundar su política suicida. Para la izquierda, la derecha siempre es la culpable de la crispación, aunque se limite a denunciar el hábito peligroso del PSOE de elegir siempre como interlocutores a lo peor de España, fuera ayer ETA, sea hoy el separatismo catalán.

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