En su propia trampa

Los palos que empieza a recibir de todas partes le advierten de que va por mal camino

José María Carrascal

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El gran error de Pedro Sánchez fue creer que cuantos apoyaron su moción de censura le apoyaban a él. Nada más lejos de la realidad. Lo que apoyaban era echar a Rajoy. Una vez logrado, cada cual volvió a su rollo, que ni de lejos coincide con el suyo. Incluso Iglesias, el más cercano ideológicamente, busca cargarse al PSOE para convertirse en referencia de la izquierda. De los secesionistas, no hablemos. Lo han dicho por activa, pasiva, perifrástica, incluso en lenguaje de sordos: ellos quieren un referéndum de independencia, ni más ni menos. Y no pararán hasta obtenerlo. Les importa un bledo lo que diga la Constitución, los tribunales, los jueces o los Siete Sabios de Grecia, no renuncian a ello ni se les compra con dinero, cargos o concesiones. Al revés, cuanto más se les da, más piden. Creíamos que, a estas alturas y tras tantas malogradas experiencias, nuestros políticos lo habían entendido, Pero no, admitiendo de entrada que Cataluña es un caso político, no judicial, Pedro Sánchez no hizo más que abrirles el apetito, aparte de cometer una barbaridad: en democracia, toda cuestión política es también jurídica, pues si no se ajusta a Derecho, no sería democrática. Pero no, don Pedro abre una nueva era en la que la razón política prevalece sobre la legalidad. Bueno, tan nueva no es: vienen practicándola todos los dictadores.

Los palos que empieza a recibir de todas partes le advierten de que va por mal camino. Intentaba engañar a todos y el engañado ha sido él. Por lo pronto, los independentistas catalanes le han puesto entre la espada y la pared: ¿les da el «derecho a la autodeterminación» o no? Va a tener que decir que no, porque, aunque quisiera, no podría dárselo, al no tener poder para ello. Pero sigue dispuesto a entrevistarse con Torra, no importa los feos que hace al Rey, los insultos que dedica a España y los números que monta, como el de anoche en Washington con el embajador español, que chafó la cena de la Smithsonian Institution. No importa. En Moncloa continúan los preparativos para trasladar a cárceles catalanas a los dirigentes nacionalistas procesados por rebelión, según acaba de confirmar el Tribunal Supremo, al haber rebeliones sin armas (aunque se robaron pistolas). Esa lumbrera que Sánchez ha elegido como vicepresidenta, Carmen Calvo, la de «el dinero público no es de nadie», insiste en que Sánchez y Torra mantengan su entrevista «porque hay que escucharle». ¿Piensa que España tampoco es de nadie? Claro que en la entrevista que le hizo TVE, esta señora expuso los grandes planes de su Gobierno para este verano: sacar a Franco del Valle de los Caídos, comedores escolares veraniegos y acabar con el más viejo de los oficios: la prostitución. Le deseamos suerte. Del presidente de la Diputación valenciana detenido por prevaricación y malversación de fondos, pasó de puntillas. Claro que es mala suerte: llegar al gobierno por la corrupción del rival y encontrártela en casa. Adivina, adivinanza ¿cuánto durará Morenés en Washington?

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