EDITORIAL ABC

Podemos va hacia la autodestrucción

Mendigar un ministerio a Sánchez puede ser una solución para la supervivencia de Iglesias, pero es indudable que se ha convertido en un lastre para Podemos

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Podemos ha entrado en una fase crítica de autodestrucción y eso es una buena noticia para España. Los llamativos fracasos electorales cosechados por el partido de Pablo Iglesias han provocado que muchos dirigentes laminados en los últimos meses estén exigiendo abiertamente su dimisión como única solución alternativa a la atomización de Podemos, a la pérdida de credibilidad, a la fuga de dirigentes para fundar otros partidos, y a la estalinización orgánica en que Iglesias basa su gestión del poder. Sin embargo, una vez más, Iglesias no ha aprendido absolutamente nada de la deriva que está destrozando a su partido. Ha vuelto a recurrir a purgas inmisericordes para sacudirse responsabilidades propias -la última, la del número tres, Pablo Echenique-, de modo que Podemos seguirá siendo un reducto endogámico del comunismo más rancio. Nadie puede discrepar en Podemos, nadie puede debatir, nadie puede siquiera insinuar una leve crítica frente al poder mesiánico que representa Iglesias, y cuando hay algún error estratégico, o cuando Podemos ha dejado de ser una referencia para cientos de miles de votantes de la extrema izquierda, la culpa siempre es de otro. Nunca de Iglesias, ni de su número dos, Irene Montero. Ayer, Iglesias se permitió incluso bromear con un Echenique absurdamente cómplice después de declararle culpable del desfondamiento electoral. Si Iglesias es incapaz de digerir que las humillaciones públicas sufridas por numerosos «caídos» en el intento de contravenirle tienen sus consecuencias, es evidente que no tiene una visión política clara de lo que está ocurriendo. Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, Sergio Pascual, Ramón Espinar, Tania Sánchez, Luis Alegre, Pablo Bustinduy, Lorena Ruiz Huerta, Teresa Rodríguez… Todos son nombres que rodearon a Iglesias en su momento, y ahora reniegan de él. No queda nadie de su núcleo fundacional, y solo se rodea de un minúsculo equipo de leales que no parecen ser conscientes de que en su momento tendrán también una guillotina para ellos.

El aburguesamiento de Iglesias es evidente, y su desconexión de un electorado que ha dejado de ilusionarse con este neocomunismo demagógico, no le dejan alternativa. Mendigar un ministerio a Sánchez puede ser una solución a su supervivencia, pero es indudable que se ha convertido en un lastre para Podemos. Porque esa desconexión no tiene tanto que ver con errores de estrategia política al uso, como con flagrantes equivocaciones personales vinculadas a su falta de coherencia frente al elector tipo de extrema izquierda. Y si a eso se une una pésima gestión de los egos internos en Podemos, un hiperliderazgo cesarista, los odios ultramontanos entre dirigentes y la fractura ideológica, el cóctel es letal. Iglesias empieza a sobrar en Podemos. Solo falta que él se dé cuenta antes de que la autodestrucción sea total.

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