Hartos

La vida es injusta, y la política no es otra cosa que una de las modalidades de la vida

Mariano Rajoy Jaime García
José María Carrascal

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El jueves, dos personajes relevantes abandonaron la escena española: el entrenador del Madrid y el presidente del Gobierno. La sorpresa fue general y las circunstancias no pudieron ser más distintas: Zidane lo hizo en la cumbre de su prestigio, tras haber ganado tres Copas de Europa, Rajoy , humillado, tras haber perdido la moción de censura contra él. Sin embargo, creo detectar cierta similitud entre ambos acontecimientos: los dos podían haberse quedado, Zidane sin el menor problema, Rajoy con maniobras jurídicas. Pero prefirieron no hacerlo. ¿Por qué? Pienso que por motivos semejantes, aunque sólo el primero los expuso claramente: creía que había llegado el momento de su retirada porque él había hecho, como entrenador del Madrid, todo lo que es capaz de hacer y el equipo necesita un nuevo «técnico», pese a los triunfos alcanzados. Rajoy no lo dijo, limitándose a una cortés despedida, aunque recordando que deja España mejor de lo que la encontró .

Lo que aprecio en los dos es que están hartos. Hartos de los rivales y de sus jugadores. Hartos de sus aficiones, que tan pronto les aplauden como los ponen verdes. Hartos de periodistas, que hablan sin saber de lo que va y de ocultar cosas que saben. Hartos de árbitros y jueces que, queriéndolo o sin querer , meten en sus decisiones sus filias y fobias particulares. Ambos son hombres serios, concienzudos, tranquilos, conscientes de que no se puede alcanzarlo todo al mismo tiempo, de que, para lograr algo, hay que tener paciencia y, sobre todo, que ese algo sea alcanzable, pues lo inalcanzable sólo trae frustraciones.

¿Cómo iban a poder jugar todos los partidos todos los jugadores, como pedían a Zidane, si sólo pueden jugar 11? ¿Cómo iba Rajoy a sanear la economía sin hacer recortes, como le pedía la oposición, o negociar la independencia catalana, como le exigían los nacionalistas y buena parte de la oposición? Visto el nivel de irracionalidad que se ha alcanzado en España, han dicho a la panda de críos, oportunistas y vendedores de humo «¡Basta, ahí os quedáis!» , con la diferencia de que a Zidane le querían dentro y a Rajoy, fuera. Dolido, pero, creo, no del todo descontento.

Su principal objetivo, evitar la bancarrota de España, lo ha alcanzado. Que no se le reconozca es duro, pero tal vez se le conceda, incluso dentro de no mucho: en cuanto su sucesor empiece a gobernar con, ironías de la vida , la sustanciosa herencia que le deja: una economía viento en popa. Pero la izquierda es especialista en despilfarrar la riqueza que recibe. La vida es injusta, y la política no es otra cosa que una modalidad de ella. Puede, incluso, que Rajoy conozca la máxima inglesa «Cuando las cosas se ponen rematadamente mal, lo mejor es que se estropeen del todo». Lo malo son las amarguras que causan los estropicios y los esfuerzos que cuestan las recuperaciones. Con el agravante de que la economía puede recuperarse, pero la unidad de España ha quedado en manos de quienes quieren romperla. Las desgracias nuca vienen solas.

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