Tribuna abierta

La libertad de ayer

Tal vez, en el futuro volvamos a disfrutar de la libertad perdida o, tal vez, sigamos viviendo confiados que somos igual de libres que antes

Francisco Pleite Guadamillas

La pandemia que estamos sufriendo nos ha planteado problemas éticos que hasta ahora eran inimaginables, como la elección de las personas a las que se proporcionaban respiradores en función de la esperanza de vida. Las restricciones, algunas carentes de sentido e imposibles de controlar, como las reuniones entre no convivientes o pasear por el campo con mascarilla, las hemos asumido con naturalidad y enorme facilidad.

Renunciamos a parte de nuestra libertad. Dejamos de ver a nuestros padres, muchos ancianos murieron solos en las residencias y fueron enterrados sin que sus familiares les pudieran despedir dignamente, se limitaron las reuniones y el acceso a los lugares de culto, nos obligaron a llevar mascarillas y a guardar distancia de seguridad. Se cerraron naciones, ciudades, pueblos y barrios. Disciplinadamente obedecimos. Los Gobiernos entraron en la vida y los hogares de las personas a través de los Boletines oficiales. Alrededor de la pandemia ha surgido una normativa excepcional, que corre el peligro de perpetuarse en algunos aspectos.

Con la finalidad de salvar la economía se ha aprobado en la Unión Europea el denominado pasaporte covid o ‘verde’ para aquellos que han sido vacunados o para los que ya han sido dados de alta tras contagiarse del virus. Su uso será aceptado durante todo el próximo año o hasta que la OMS declare el final de la pandemia.

Antes el ser humano se podía desplazar con libertad por las naciones sin necesidad de documentación, con la llegada de los nacionalismos en el siglo XIX se comenzó a exigir un documento, denominado pasaporte, sin él no eres nadie, pasas a ser un indocumentado, al cual no se le reconocen derechos. Un nuevo documento nace en Europa que será exigible, pero ya no solo para viajar por las naciones europeas, sino que se podrá exigir para acceder a un restaurante, al teatro o al gimnasio.

La puesta en marcha del pasaporte covid plantea el dilema de su acceso y su uso. Habrá una gran desigualdad entre los vacunados y los no vacunados, que será más discriminatoria aun cuando el Estado, el cual exige el pasaporte, es incapaz de vacunar a toda la población. Habrá naciones que no tienen acceso a la vacuna cuyos ciudadanos no podrán viajar. Se obligará a hacer cuarentenas a los no vacunados, no se podrá acceder a un gimnasio o a un restaurante sin el citado pasaporte. Nuestros datos sobre la enfermedad serán comprobados, no por funcionarios públicos del Estado, sino por el comerciante o el camarero. Además, aún se desconoce el periodo de duración de la inmunización de las vacunas y su respuesta ante nuevas variantes, con lo que el uso del pasaporte puede generar una falsa seguridad.

Nuestra libertad de movimientos se ha restringido a cambio del relanzamiento de la economía, que se considera que tiene un valor más digno de protección. Sin debate, ni alternativas, se asumen las limitaciones que los Gobiernos adoptan. Cada día se avanza un paso más en las medidas restrictivas y un paso menos el que podemos dar sin alguna autorización. Tal vez, en el futuro volvamos a disfrutar de la libertad perdida o, tal vez, sigamos viviendo confiados que somos igual de libres que antes.

*Francisco Pleite Guadamillas es magistrado y doctor en derecho por la Universidad Carlos III de Madrid.

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