La alegría de los consumidores

El capitalismo que tanto nos asusta cuando exhibe su cara más impersonal y agresiva ofrece también pequeños síntomas de armonía colectiva que casi todos los ciudadanos saben ver. Cuando el infantilismo de las políticas socialistas llevó a la economía española al desastre a partir de 2007, todos supimos ver síntomas de tristeza social. La decadencia de casi todas las ciudades, el cambio de hábitos, fue progresivo y desolador. Locales cerrados, centros comerciales vacíos, la hostelería en retroceso, los clientes, los usuarios y consumidores pertrechados en sus casas. Bien por una dramática pérdida de ingresos familiares, bien por miedo a que fuera inminente. Esa situación se prolongó con crudeza hasta 2012 y aún falta mucho para superar todos sus síntomas, especialmente en una zona de economía y renta per cápita tan exigua como Cádiz, su Bahía y toda la provincia.

Pero con la misma naturalidad que empezamos a ver aquellos signos negros, con toda la prudencia y el respeto a los que aún no tienen motivos para sonreír, es evidente que casi todos hemos empezado a encontrar de nuevo esas notas de color asociadas al consumismo. La rueda empieza a girar en otro sentido. El empleo crece, aún poco por Cádiz, los ingresos familiares también y el consumo interno, el turismo y todos los servicios lo perciben. El último balance de los establecimientos del centro de Cádiz es sólo un grano de arena en esa sensación pero es tan valioso como cualquier otro. Al aspecto festivo de las calles del centro durante todas las tardes y noches de verano (hacía mucho que no se veía) se suma un incremento del cinco por ciento en la temporada de rebajas, las más exitosas en mucho tiempo. En un síntoma, una sensación de que hay más ciudadanos que pueden volver a comprar. Científicamente no es un gran dato pero es un alivio, una alegría.