Parque Eugenio Granell, al sur de Santiago de Compostela
Parque Eugenio Granell, al sur de Santiago de Compostela - MIGUEL MUÑIZ

Santiago de Compostela: Capitalidad de la Galicia más verde

Su patrimonio natural se cifra en más de 2,2 millones de metros cuadrados, 26.000 árboles y amplias zonas fluviales

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El agua en Santiago de Compostela, como casi todo lo que tiene que ver con la capital gallega, alcanza una dimensión mística. Las abundantes lluvias que bañan la piedra de su casco histórico son un elemento más del final del Camino, una tarjeta de presentación al peregrino y una costumbre para sus habitantes. Pero el clima atlántico no es solo un elemento característico de la ciudad, sino que también es el artífice de un entorno natural que la dota de un nada despreciable añadido de encanto. Especial significación cobran en este apartado los espacios fluviales de la ciudad y las zonas verdes que a ellos se asocian. Por la capital gallega discurren dos ríos, el Sar y el Sarela, que conforman uno de sus espacios de interés menos conocidos, en ocasiones sencillamente ponderados por su relación con puntos de relevancia como los campus universitarios.

Quizá el más famoso de los dos sea el primero, un afluente del Ulla a cuyas orillas le cantó la gran poeta gallega, Rosalía de Castro, dedicándole el título de una de sus obras y de las que destacó que son «un mar de ondulante verdura». La senda fluvial que lo flanquea conecta enclaves verdes santiagueses que se sitúan incluso en zonas de viviendas, como son los parques de Carlomagno -al este de la ciudad, en el barrio de Fontiñas-, y el Eugenio Granell -al sur, en Ponte Pedriña-. Este último, con más de 120.000 metros cuadrados, pistas deportivas y áreas de descanso, está pasando con los años de ser una de las mayores zonas ajardinadas de Compostela a convertirse en una suerte de bosque frondoso que sirve también como mirador privilegiado del resto del núcleo de la localidad.

El río Sarela, por su parte, ofrece la posibilidad de dar un paseo por un enclave completamente natural casi sin salir del entorno urbano, ideal para un paréntesis entre los edificios y el asfalto. Una ruta sin grandes accidentes geográficos que se puede recorrer en aproximadamente media hora tanto a pie como en bicicleta, con amplias zonas de sombra para cuando el tiempo acompañe y variada vegetación de suelo entre las que destacan especies como los alisios, abedules y sauces, tan típicos de las riberas a lo largo de Galicia. Además este rincón de la «no ciudad dentro de la ciudad» cuenta con una zona de aparcamiento próxima. En el pequeño sendero el paseante puede también hacerse a la idea de la importancia que los cauces fluviales tuvieron en otros tiempos para su desarrollo en la historia, de lo que dan fe los molinos, acequias o canales que aún hoy se conservan. Estos últimos, de hecho, cobraron gran importancia en la economía compostelana desde mediados del siglo XIX hasta mitad del siglo XX.

Reivindicar el paseo

En la estrategia de poner de relieve el valor de los espacios fluviales compostelanos, los pasos que se están dando desde la administración local van hacia la creación en un futuro próximo de un amplio itinerario por ambas orillas, que se pretende que discurra desde el nacimiento del Sar hasta la desembocadura del Sarela. El desafío para esta empresa pasa en buena parte por crear un espacio atractivo para los caminantes dando con una fórmula que no resulte agresiva con el medio en un espacio muy sensible de la ciudad. Para ello, los primeros trabajos se han enfocado en simples limpiezas, mantenimiento de los márgenes y el cuidado de las pistas de acceso y zonas de servidumbre, que también tienen como objetivo prevenir inundaciones en las áreas próximas.

La idea de reivindicar el paseo y apostar por las sendas como elemento de valor diferenciador de un entorno determinado es una batalla que también surge de sectores de la sociedad civil. Tal fue el caso de «La Ciudad Intuida», un proyecto en el que participaron una serie de arquitectos con el que querían proponer un debate sobre la necesidad de convertirlos en espacios de relación del ciudadano en el medio en el que se encuentra e integración de los elementos rurales y urbanos para conformar una unidad. Sus reflexiones buscaban ser propuestas y guías para enfrentar un futuro cercano con el objetivo de crear un nuevo modelo metropolitano.

Búsqueda del equilibrio

En un tiempo en el que lo rural se ha vuelto a convertir en un gran activo, toda Galicia busca explotar su vasta superficie forestal, así como su condición de «tierra de los mil ríos» por la que es conocida habitualmente para apuntalar estas características como motor de desarrollo. Este fenómeno se acentúa, si cabe, en Santiago de Compostela ya que, a pesar de la concepción que se pueda tener de una ciudad con el estatuto de capital de una región como la gallega, alberga una serie de elementos que no la sitúan como una urbe al uso. Con un moderado sector industrial y centrada en sus facetas administrativa, turística y universitaria; en los últimos tiempos las instituciones han optado por impulsar la potencialidad de sus espacios verdes tanto como reclamo económico como para el desarrollo de una ciudad más sostenible y donde prime la calidad de vida de sus habitantes. En este sentido, el patrimonio natural de la superficie total del ayuntamiento se cifra en la actualidad en más de 2,2 millones de metros cuadrados en los que se reparten más de 26.000 árboles, con lo que «corresponde» aproximadamente uno a cada cuatro compostelanos y una superficie de 23,8 metros a cada uno de ellos, cuando las recomendaciones indicadas por organismos internaciones se sitúan alrededor de los 10 y 15 metros por habitante.

La última de las grandes medidas de fomento del medio ambiente fue la puesta en marcha del Bosque de Galicia, una masa de 24 hectáreas y 9.000 árboles que se suma a las otras 47 del ayuntamiento en una de las laderas del Gaiás-el monte en el que se sitúa la Ciudad de la Cultura- cultivada con especies autóctonas de la Comunidad y que pretende constituir un nuevo pulmón para la ciudad y un garante del mantenimiento de su biodiversidad. Además, este espacio se verá obligado a jugar un papel importante en la apuesta por el desarrollo del ocio natural del municipio, ya que se pretende que sea uno de los nexos de unión del monte con el resto de la capital gallega y que se conecten con él algunas de las rutas ya existentes y otras de las que se encuentran en proyecto de instalación.

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