Bajo el influjo del mar Adriático los pilotos de MotoGP vuelven a pisar suelo italiano. Esta vez competirán en el Gran Premio de San Marino, aunque a esta república solo acudirán aquellos que quieran hacer turismo en ese entramado de calles con aire toscano que permitieron descansar a Valentino Rossi durante algunos años de sus obligaciones con el fisco patrio. Tendrán que desplazarse unos pocos kilómetros de la que es la segunda república más antigua de la historia (solo por detrás de la romana) y llegar hasta el renovado circuito de Misano, ahora llamado Marco Simonceli en honor al piloto fallecido en Malasia y oriundo de la zona del Rímini, provincia a la que pertenece este coliseo del motor. Desde 2007 los pilotos vuelven a competir sobre una grava que mezcla el olor a arte bizantino que llega de la vecina Rávena con el del asfalto renovado para adaptarse a las medidas de seguridad añejas de los organizadores.
Tres diferentes velódromos han tenido el honor de albergar este gran premio con historia y tradición, pero solo Ímola y Misano han sido lo suficientemente importantes como para entrar a formar parte del legado cultural que representa. En concreto hay una fecha que servirá de aniversario este año para un piloto que aspira a conquistar todos los títulos que puedan soportar las repisas de la habitación de su casa. Se cumplen para Marc Márquez 30 años de aquella vez en Ímola, cuando dos de sus ídolos y a los que ya ha superado como leyenda, ganaron en sus respectivas categorías. En una tarde lluviosa de 1983 Ricardo Tormo venció en la cilindrada de los novatos de la época, los 50 cc. También ese día Kenny Roberts agrandaría su legado venciendo en la máxima clase de 500. El mismo ‘King’ Kenny que rompió récords de precocidad y que ahora ve cómo un jovenzuelo de Cervera le adelanta por la izquierda sin darle la opción de levantar la vista del manillar de su historia particular. Todo volverá a repetirse en distinto lugar y con diferentes protagonistas, pero con misma pasión e idéntica mirada hacia el futuro cercano.
Antes de que llegue ese futuro a medio plazo que con toda probabilidad convertirá a Márquez en el más joven ganador de un título mundial de la máxima categoría en el año de su debut, lo cierto es que le quedan por superar varias barreras y encontronazos con sus amigos pero rivales dentro de la pista. Sobre todo le preocupa al catalán un enemigo en particular. Se trata, como no podía ser de otro modo, de Jorge Lorenzo, aquel que se encuentra muy lejos del liderato pero no permite ningún respiro al que lo ostenta con suprema superioridad. Los 39 puntos de diferencia entre el primero y el tercero -con un Dani Pedrosa siempre al acecho en el segundo lugar y a 30 puntos por si puede aprovecharse de la batalla entre ambos- resultan amplios a primera vista, pero escasos si las tornas comienzan a cambiar en breve. Como sucedió en Silverstone, lugar en el que las Yamaha despertaron y ayudaron a Lorenzo a ganar para meter presión a los contrincantes. Aquella pequeña revancha del balear ante el ilerdense demostró que nada se puede dar por hecho hasta cruzar la línea de meta en Valencia al final.
Hasta que llegue esa última carrera de un campeonato que se avecina espectacular, Márquez todavía debe demostrar de nuevo en tierras italianas que no le sienta tan mal el fresco de los Apeninos como le sucedió en el otro gran premio transalpino, cuando cayó en repetidas ocasiones y sufrió lesiones de consideración. Ahora se enfrentará además a la adversidad desde el graderío, donde la legión de los ‘rossoneri’, con el ‘46’ marcado en las gorras y en el corazón, vibrarán a favor de ‘Il Dottore’. Rossi ha ganado en cuatro ocasiones -dos de ellas en MotoGP- la carrera sanmarinense y quiere echar una última mano a su compañero Lorenzo en la intentona de destronar al nuevo rey del motociclismo. Porque Rossi quiere seguir siendo el monarca de una república donde el capitán regente tiene muchas papeletas de ser un nuevo almogávar con apellido castellano.
