«Tíovivo» del Señor Aranguren, sexto premio en el Carnaval de Madrid de 1906
«Tíovivo» del Señor Aranguren, sexto premio en el Carnaval de Madrid de 1906 - francisco goñi

La curiosa relación del origen de la palabra «tiovivo» con la muerte de un madrileño

El término se remonta a 1834 cuando el dueño de un carrusel, al pasar el cortejo fúnebre por su local, resucitó al grito de: «¡estoy vivo!»

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Los excrementos y residuos que se amontonaban por las calles de Madrid en el verano de 1834 dieron lugar a un brote de cólera que se extendió por media España. Esteban Fernández, más conocido como Tío Esteban, era un madrileño que se ganaba la vida con un carrusel infantil con cuatro caballos de juguete en la calle Paseo de las Delicias. De pronto, el Tío Esteban cayó enfermo fruto de la epidemia y murió. Su fallecimiento causó mucho dolor a los vecinos del barrio, especialmente a los niños que se entretenían en su «atracción» día tras día.

Cuenta la leyenda que los familiares y amigos del Tío Esteban le colocaron en un ataúd abierto y le llevaron al cementerio en un cortejo fúnebre pasando por delante de su negocio.

En el momento en el que se encontraban delante de su carrusel de «caballitos» se escuchó una voz procedente del interior del féretro. «¡Estoy vivo!, ¡estoy vivo!». Era Esteban Fernández que milagrosamente había «vuelto al mundo».

Una vez recuperado el Tío Esteban regresó a su trabajo. Su fama se propagó como la pólvora. Había incluso los que se desplazaban hasta el lugar simplemente para ver que realmente estaba vivo. «El tío vivo» se convirtió en una celebridad y aunque a Esteban en un principio no le gustaba la manera en la que se referían a él, al final lo aceptó y se quedó con el apodo.

Su atracción paso de llamarse «los caballitos» a «los caballitos del Tío Vivo» a, finalmente, «El Tío Vivo». Supuestamente es de esta historia de donde proviene la palabra «tiovivo», que tan extendida está ya por nuestro país.

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