Adriana, argentina de 55 años, fue la última inquilina de la casa de los horrores de Majadahonda
Adriana, argentina de 55 años, fue la última inquilina de la casa de los horrores de Majadahonda - ABC
la casa de los horrores de majadahonda

Bruno trató de desmontar la picadora para no dejar restos de Adriana

El presunto descuartizador guardaba la trituradora de carne en el garaje del chalé de los horrores, bajo llave

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Aunque los investigadores consideran que Bruno mataba presuntamente «por arrebato», luego se manejaba con una gran frialdad y cálculo para establecer sus coartadas. El mejor ejemplo fue lo que supuestamente hizo las horas y días posteriores a la muerte de Adriana Gioiosa, su última inquilina. Intentó desmontar la trituradora de grandes dimensiones, que es casera (no industrial), pero sí una de las más potentes de las que se pueden encontrar en cualquier centro comercial. Como ya adelantó ABC, tiene un diámetro de cuchilla de entre 10 y 12 centímetros. Su aspecto, según las fuentes consultadas, revelaba que había sido poco utilizada. Quizá era nueva, un extremo que se trata de comprobar -analizando el número de serie y fabricante- para ver si la adquirió para deshacerse de la víctima.

Borrado de huellas

No contento con ello, llegó a acudir hasta en dos ocasiones a una gran superficie para adquirir ingentes cantidades de productos de limpieza, como fregasuelos, lejía, fregonas, guantes de látex y hasta ambientadores. Con ello, trató de limpiar toda la casa, para borrar huellas y sangre, pero no tuvo tiempo. Ni tampoco para emplearse a fondo con la picadora, que se ha convertido en la principal prueba de cargo contra él, a falta de encontrar el cadáver de Adriana. La Guardia Civil le detuvo antes de que pudiera destruir esas evidencias fundamentales. Ahora desmontarán y analizarán minuciosamente la trituradora para determinar qué restos biológicos pudiera contener, además de la sangre de la víctima. El detenido tenía la máquina en el garaje del chalé, un lugar al que solo podía acceder él, ya que lo cerraba con llave.

Bruno se había empadronado en Majadahonda, en donde dormía a veces. Los investigadores tomaron declaración a los seis inquilinos anteriores que constaban en los contratos hallados en la vivienda. Todos coincidieron en calificarle como un tipo «muy raro y siniestro». «Llegaba a deshoras y nos tenía vedada la entrada a algunas habitaciones de la vivienda, que tenía cerradas, sobre todo el garaje», declararon. Hasta les había prohibido tocar un retrato de su tía Lidia que estaba en el salón.

De su vida personal se sabe que trabajó en un centro de detección de alarmas, repartiendo publicidad y reparando ordenadores. Enfermo de esquizofrenia, sus cambios de conducta variaban en función del seguimiento que hacía de su tratamiento. Ahora será sometido a un examen psiquiátrico. El 7 de abril, cuando los guardias irrumpieron en su casa, les recibió: «Pasen, pasen, aquí no está Adriana». Pero su carrera criminal acababa de tocar a su fin.

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