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Abracitos, el gritón

«No se si era una estrategia preparada o si hubo un margen de sorpresa incluso para quien había invitado al agricultor ecologista»

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Abracitos, así era conocido por sus empleados, era un empresario que tenía tendencia a acercarse a sus empleados y abrazarlos cuando había algún motivo de satisfacción, o por simple muestra de cercanía. Lo cierto es que sus siete empleados siempre se tentaban la espalda al final del abrazo, por lo que pudieran encontrar.

Pero abracitos, aparte de sus brotes de cariño, tenía otra característica: Era un gritón. Un gritón maleducado. Contaba Julián, uno de los que sufrió sus brotes violentos en más de una ocasión que cuando abracitos te llamaba al despacho, sabías que tus oídos iban a sufrir un ataque.

Y lo que ocurría siempre, explicaba la víctima, era que al final, ni siquiera te enterabas de qué iba la cosa.

Lo cierto es que ni siquiera eras capaz de saber si Abracitos tenía algo de razón en lo que decía. Solo te quedaban los gritos. Y es que cuando el jefe pierde las formas, pierde cualquier atisbo de razón que pueda haber en su discurso.

Y si no eres el jefe, pues da lo mismo. Eso es lo que le paso este miércoles al agricultor ecologista de Alboraia que se plantó en el Hotel Las Arenas y se cagó, con perdón, en todo.

En el hotel, en el auditorio, en los políticos, en los medios de comunicación, en las grandes superficies…. No se le olvidÓ nadie. Se cagó en todos y cada uno de los miembros de la audiencia que tenía delante. Una audiencia que no se si aguanto el tirón por educación o por estupefacción.

Lo cierto es que me gustaría saber si lo que dijo tiene algún fundamento. Pero el par de veces que me he puesto el audio para escucharlo solo he podido oir el ruido, tanto ruido que no he podido discernir que había detrás, si es que había algo.

No se si era una estrategia preparada o si hubo un margen de sorpresa incluso para quien había invitado al agricultor ecologista. Lo cierto, en cualquier caso, es que el evento me recordó a los primeros conciertos el punk, en los 70, cuando lo principal era que el “artista” provocase al público hasta que se armaba la de dios. Menos mal que el miércoles la audiencia era más educada.

Abracitos el gritón acabó, como se podía prever, sin empresa. La arruinó entre abrazo y bronca. Y sus empleados se esmeraron en buscar otro empleo y olvidar para siempre a Abracitos. A Abracitos, el gritón.

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