Carlos Marzal posa con un ejemplar de ABC
Carlos Marzal posa con un ejemplar de ABC - mikel ponce
entrevista

Carlos Marzal: «La cantinela de que los niños no tienen que leer por obligación es una majadería»

El escritor analiza los cambios que se han operado en la Comunidad Valenciana a nivel cultural y educativo

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En su faceta como articulista, Carlos Marzal lleva más de una década demostrando a los lectores de ABC su gran capacidad de prospección de la realidad. El escritor valenciano -que en estos momentos trabaja en su próxima novela, «Hueso 207»-, aprovecha el XXV aniversario de la delegación de ABC Comunidad Valenciana para analizar los cambios que se han operado en esta región a nivel cultural y educativo.

-Echando la vista atrás, ¿cómo ha cambiado su forma de ver el mundo y de escribir?

-No recuerdo con precisión quién era yo hace dos o tres meses, de manera que mi identidad hace 25 años no sólo es un misterio, sino que constituye un asombro el pensar que existiese. Imagino que, con menos de treinta años, veía el mundo más o menos como ahora: un lugar pasmoso, de una belleza difícil de explicar, aterrador con frecuencia.

Por lo demás, la realidad es lo único que tenemos. El único escenario para la aventura humana. Procuro ser un buen huésped del mundo, porque soy un privilegiado. Con el tiempo, creo que he aprendido a manifestar mi voz con más facilidad, en la escritura. He perdido capacidad de trabajo: gusto por quemarme las pestañas. Hoy me apunto a casi cualquier excusa para no hacer lo que sé que debo hacer.

-Ante la ausencia de políticas institucionales, sin embargo, en la Comunidad surgen cada vez más iniciativas culturales populares, como Russafart ¿Qué diagnóstico hace del estado actual de la cultura?

-En todos los ámbitos, hay creadores valencianos excelentes, con repercusión nacional: poetas, pintores, novelistas, dibujantes, escultores, músicos. El tejido cultural que se había levantado en los últimos treinta años se ha venido abajo. Se lo han llevado por delante la crisis y las decisiones políticas. Creo en la intervención estatal en la cultura, que debe acompañarse de iniciativas privadas. No vivíamos, en lo cultural, por encima de nuestras posibilidades. Todo lo que se gaste en cultura está bien gastado.

-Los índices de lectura de la Comunidad se sitúan tradicionalmente por debajo de la media nacional. ¿A qué atribuye este hecho?

-La falta de verdadera exigencia lectora hace mucho daño. Hay que crear el hábito en la infancia, mediante la obligación. La cantinela de que no hay que obligar a leer es una majadería. En la escuela, las cosas se hacen por obligación. Después, que lea quien quiera, pero a los niños hay que disciplinarlos y educarlos.

-Y como ex profesor de instituto, pero sobre todo padre, ¿le inspira confianza el sistema educativo que tenemos en España ahora mismo? ¿Qué opinión tiene del proyecto que han iniciado los jesuitas de eliminar asignaturas y horarios?

-No me gustan las reformas educativas en marcha. Se está desmantelando la enseñanza pública de calidad. Es una evidencia que la buena enseñanza va a ser cada vez más cara. Lo que se pretende hacer en la Universidad: el famoso tres más dos que acortará las carreras, me parece una vergüenza. Me faltan datos para juzgar el proyecto de los jesuitas. Sobre el papel, me parece una canción muy antigua. “Ahora, después de pensarlo, discútelo con tu compañero de pupitre”, nos decían en los setenta. En educación, las buenas intenciones no son nada. Más dinero, muchos menos alumnos por aula, más medios, mejores instalaciones, más profesores: eso es lo que cambia la escuela, y no los proyectos enternecedores que cualquiera puede establecer en el aire.

-¿Nunca le ha tentado vivir fuera de Valencia?

-Cuando era joven, tuve la tentación de vivir en el extranjero. Gracias a Dios, no cuajó ese proyecto. Todos los amigos escritores que tengo se pasan el día añorando España. Los escritores vivimos, en buena medida, en nuestro idioma. Los que están fuera lo pierden: el pulso diario, el latido real. Soy valenciano de vocación y de destino. Me gusta vivir aquí, no podría hacerlo en otro sitio. La ciudad tiene el tamaño exacto: ni monstruosa ni diminuta. Me parece que la idea de la mediterraneidad, como forma de estar en el mundo, procurando perseguir un hedonismo inteligente y justo, se puede cumplir en ciudades como la nuestra. Por lo demás, parece evidente que, con vistas al futuro, la gestión de lo público debe huir del exhibicionismo de los últimos años.

-¿Cómo cree que están respondiendo los medios de comunicación a los desafíos de la era digital?

-Creo que los periódicos no saben muy bien cómo reaccionar ante los cambios digitales, porque nadie sabe cómo reaccionar ante algo que cambia las reglas del juego. Me parece que nadie sabe qué pasará con el papel. Aunque no soy un purista de casi nada, siento un apego profundo por los periódicos tal y como los hemos conocido. Con todo, lo importante es el buen periodismo, se consuma como se consuma.

-¿Qué ha supuesto para usted su faceta como columnista de ABC?

-El ejercicio del periodismo literario me ha cambiado el ejercicio de la escritura. El artículo me parece un género sagrado. No es que la inspiración dure dos folios, como dijo Umbral: es que, si no se sabe estar inspirado en los dos folios del artículo, no se sabe estar inspirado en ninguna parte. En ABC se ha de sentir el peso de su tradición literaria: sentir el orgullo y la responsabilidad de escribir donde lo han hecho Valle, Azorín, Blasco Ibáñez, Cela, Camba, Vargas Llosa

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