corazón de león

Último verano

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Los jóvenes de hoy serán quienes en la cercana mañana, cuando se vaya apagando la llamarada de los años que parecían eternos, recordarán, como viejos del lugar, el verano más caluroso de la historia; aquél, dirán nostálgicos, del 2015, cuando por León, la provincia leonesa afamada por sus fríos, alcanzó temperaturas de 40º a la sombra, oiga.

Y los tertulianos del mañana, que serán los mismos que los de hoy, pues pertenecen a una especie eterna así pasen los años y así caigan rayos de punta, repetirán sus peroratas sobre el cambio climático o el triángulo de las Azores.

El de 2015 será el último verano para recordar qué fue de la minería leonesa, del aeropuerto, del AVE que llegaría tarde y sin alas, de la política y de los políticos sin rumbo, de la economía incierta, de los parados ciertos, de Grecia al fondo, de Casillas en Oporto y de las playas de Gandía repletas.

Hoy, el único asunto de conversación es el calor y no la tormenta política que se avecina, que se cierne sobre el ciudadano, confiado él en que ya escampará…

Este verano, la Cultural y Deportiva Leonesa, el histórico club de fútbol, se ha vendido, en su agonía, a unos empresarios de Qatar. Son millonarios y poseen dinero para derrochar. Dicen que así el fútbol seguirá existiendo en la capital leonesa. Es mucho decir, pues la experiencia dicta que estos exóticos experimentos con equipos de «segunda» no son la panacea, pues sólo hay un Carlos Slim, el multimillonario mexicano que ha salvado de la ruina al Real Oviedo.

Tal vez se trate de un sueño de verano, de este verano de 2015 que puede ser el último para una ciudad y una provincia necesitadas de ilusión por vivir, o sea, de trabajar, de disfrutar e incluso de soñar, pues hasta los sueños los ha derretido este inclemente sol veraniego.

«Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde», escribió con su peculiar clarividencia el poeta Jaime Gil de Biedma. Y sus palabras siguen vivas, pues hoy se vive a sorbos de soberbia, de vanidad y de banalidades. Sí, la vida es muy seria como para desparramarla en cuitas políticas, profesionales e, incluso, sentimentales. Tal vez sea el momento de disfrutar del último verano, éste de 2015, antes de reconocer que la vida iba en serio; o sea, que apenas queda tiempo para llorar por los familiares y amigos muertos, añorar lo vivido y recordar amistades. Doblan las campanas por todos.

Mañana, el próximo verano, ni los políticos ni el sol serán los de hoy. Nada será igual. Es la nueva era que los nietos de esta generación narrarán a los eternos tertulianos, que ahí seguirán, como el dinosaurio de Monterroso.

¡Ojalá que este de 2015 no sea el último verano para la prensa escrita!

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