corazón de león

El vecino corrupto

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Dicen los que saben que la corrupción es un comportamiento histórico del ser humano que se produce por imitación de las conductas de otros; o sea, nada nuevo bajo el sol en esta España afamada desde hace siglos por la picaresca y los «espabilados» de turno, como los políticos, empresarios, estraperlistas o mercachifles del tres al cuarto que en las últimas décadas eran considerados como «triunfadores» y se paseaban sin rubor alguno en el «mercedes» conseguido por un quítame allá una comisión, una recalificación o un crédito monetario.

Hoy, la corrupción se asocia a esos políticos que durante años se han considerado invulnerables, pues no en vano los partidos atraen a individuos, sin oficio ni beneficio, que buscan en la política el sueldo, e incluso el «prestigio», que nunca hubieran conseguido por su capacidad laboral e intelectual.

En algunos casos, la «profesión» de concejal, diputado, ministro, siempre es una oportunidad para cobrar una mamandurria y presumir de una «categoría social» que ni en sueños había imaginado el pícaro de turno; que ésta es la historia de la política de las últimas décadas, plagada de pícaros que han contaminado la opinión ciudadana respecto a la clase, que no casta, política.

En estas tierras leonesas la corrupción política se va, merced al cambio de era que anunciaron los mayas, debilitando; ahora, los alcaldes y concejales se lo piensan dos veces antes de meter la mano en la caja o en beneficiar al familiar o al amiguete. Aunque los hay que siguen en su empeño de entender la política como un beneficio y no un servicio. Pero ya quedan pocos y los ciudadanos han espabilado más que ellos.

Hace un par de días se ha conocido la imputación de 68 personas en relación con la «Operación Bernesga», la mayor estafa registrada en España contra aseguradoras de automóviles con un volumen de cinco millones de euros. Ha ocurrido en León. El principal sospechoso es un abogado de la capital. Y entre los imputados hay médicos, traumatólogos, «fisios», un funcionario de los juzgados, y decenas de «ilusos aprovechados» que se prestaban a la engañifa. Simulaban accidentes y cobraban.

Estos presuntos delincuentes no son políticos. Los habrá de todo el abanico político. Eso sí, son personajes que por León se paseaban con sus galones de abogado o médico, que presumían de su alto nivel de vida y que miraban al vecino por encima del hombro. En una ciudad como León, que es una gran casa familiar, a estas 68 personas ya no se las mira como «triunfadores», sino como «chorizos». Desde ayer ya no se pasean por sus calles con el pecho engallado, sino cabizbajos ante la mirada de sus vecinos, los que pensaban, ilusos ellos, que la corrupción era sólo cosa de los políticos y no del tipo que invitaba, de vez en vez, a un vino en el Barrio Húmedo.

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