De izquierda a derecha, Pascual, Madrid, Galindo, Lafuente y Guerra durante el foro en el colegio La Enseñanza de Valladolid
De izquierda a derecha, Pascual, Madrid, Galindo, Lafuente y Guerra durante el foro en el colegio La Enseñanza de Valladolid - f. heras
foro abc educar en valores

La esencia cristiana

Los centros católicos defienden la educación en valores religiosos porque aportan mayor «pluralidad y libertad»

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«Los centros de enseñanza católicos aportan mayor libertad, una mayor pluralidad y mayor creatividad a la educación y permiten llegar a la excelencia en el aprendizaje, a partir de un hecho que los distingue del resto de centros: la educación en valores cristianos». Ésta ha sido una de las conclusiones principales del Foro ABC Educar en Valores celebrado en el colegio concertado La Enseñanza de Valladolid.

A este foro organizado por ABC Castilla y León asistieron el rector de la Universidad Pontificia de Salamanca, Ángel Galindo; la vicerrectora de Profesorado y Calidad de la Universidad Católica de Ávila, Begoña Lafuente; la directora de la Escuela Universitaria de Magisterio Fray Luis de León de Valladolid, Carmen Madrid, el secretario general de Escuelas Católicas de Castilla y León, Antonio Guerra, y la directora del Colegio Jesuitinas de Valladolid, Sara Pascual, y fue moderado por el delegado de ABC Castilla y León, José Luis Martín.

Hecho diferenciador

Durante el encuentro se analizó la importancia de la educación en valores que aportan, como hecho diferenciador, los centros de enseñanza católicos y en este sentido, el rector de la Pontificia, secundado por los restantes participantes, apreció que «las escuelas sociales públicas aportan una mayor libertad» frente a la escuela «estatalista», de la que dijo que es «enormemente vertical», y «mayor pluralidad porque responden a diferentes idearios, carismas y propuestas y ofrecen una mayor creatividad porque no están a expensas de lo que el Estado diga».

Antonio Guerra respaldó esta opinión en cuanto a que «la posibilidad de crear centros educativos es un ejercicio de libertad» y porque «una sociedad democrática es plural y en ella tiene que haber distintos tipos de ofertas educativas», al tiempo que estos centros «permiten enriquecer los proyectos educativos y la creatividad» de forma interna porque hay más libertad de proyectos, y también hacia la escuela pública porque «crea mayor dinamismo y eso beneficia a todos».

Según Begoña Lafuente, «en una sociedad como la actual el pluralismo es esencial y en las instituciones católicas algo intrínseco es la búsqueda de la verdad, la riqueza de la pluralidad del saber».

En medio de esta reflexión, Sara Pascual, añadió un aspecto esencial de la enseñanza en estos centros que, a su juicio, supone un valor añadido: «Además de las matemáticas y la lengua, hay algo más importante, la transmisión de valores humanos y cristianos» porque, según esta docente, «la excelencia es dar más y la enseñanza concertada tiende hacia la excelencia educativa». «En nuestros centros se transmiten valores cristianos; nos hemos comprometido a transmitir ese mensaje porque es un tesoro», comentó.

Asimismo, Carmen Madrid sostuvo que, «nuestra sociedad adolece de personas maduras» y «la concertada pretende algo más, y la madurez la aporta una enseñanza diferente», como la de estos centros. Y es que otro de los aspectos abordados fue si otro hecho diferencial de los colegios católicos es una mayor exigencia con las normas de comportamiento en sus aulas, algo sobre lo que Sara Pascual comentó que «los padres somos hiperprotectores a veces» y ante la falta de tiempo suficiente para dedicar a los hijos, cuando se dispone de ese tiempo «nos pasamos» accediendo a sus peticiones, «pero los padres acaban reconociendo que como no ponen límites, nos piden que los pongamos y esa es una de las razones por las que nos eligen». Carmen Lafuente también recordó la necesidad de «esos límites» para la educación de los niños, a los que falta «tolerancia a la frustración», y también Ángel Galindo terció en el debate argumentando que hay una «crisis de valores en la que se imponen incluso antivalores, una crisis que no es de evolución, sino impuesta para poner otras normas» y consideró que «falta la caricia humana».

Pese a reconocer que la mayoría de su alumnado, tanto en las universidades como en los colegios católicos no acude a ellos exclusivamente por ese ideario católico que los inspira, Ángel Galindo sí afirmó que «vienen a buscar una universidad católica privada por la fama de enseñanza seria que imparte». «Hay un punto de partida, que buscan esa universidad porque se educa y se forma bien», añadió.

Trabajo acreditado

Guerra también aludió a que los centros católicos cuentan con «un trabajo profesional acreditado durante mucho tiempo, aunque el elemento de visión católica no influye directamente», pero sí apostilló que «yo opto por la continuidad de la formación en valores en todas las etapas del ser humano», en alusión a la conveniencia, compartida por todos, de que los estudiantes que se han formado en las primeras etapas educativas en un centro católico, continúen su formación posteriormente en una universidad con este ideario.

En medio de este debate, Begoña Lafuente concretó que «una universidad recibe a todos, el mismo concepto católico significa universal, pero los jóvenes tienen mucha influencia de los padres y del centro donde han estudiado y se nota si provienen de un centro católico concertado y que quieren seguir madurando en esos valores porque buscan una coherencia con la formación recibida en un centro concertado, pero no todos hacen esa reflexión» y aclaró que «no hay una demanda fuerte de alumnos que eligen una universidad católica por este motivo», salvo «aquellos interesados en una titulación humanística porque puede tener una influencia en su futuro».

Aunque aseguraron que ese elemento de visión católica de la enseñanza «no influye directamente» en la decisión de optar por estos centros, esto no significa, a juicio de Antonio Guerra, «que no utilicemos la escuela como plataforma para enseñar el mensaje cristiano» porque, entre otras cuestiones, «cada vez son menos las familias que tienen una influencia más fuerte en esta decisión» de continuar la formación del alumno desde el colegio o instituto católico en una universidad con este ideario.

El rector de la Pontificia aludió también a los diversos niveles de transmisión de valores humanos y cristianos que se dan en universidades como la salmantina y precisó que uno es el «institucional», representado en la carta de identidad con la que se presentan a padres y alumnos, y otro el de la selección de un profesorado «bueno científicamente», pero que comparta o respete esos valores. Además, en estas universidades se cuenta con «enseñanzas identitarias», relacionadas con la religión católica, «que al principio generaron alguna resistencia», pero con las que finalmente «no ha habido grandes dificultades».

En este sentido, Carmen Madrid puso de manifiesto que en su universidad han constatado que la docencia de esos valores católicos hace que «nuestros alumnos no quieran abandonar la escuela por la forma en que se les trata y por la formación que reciben». Y recordando a Chesterton, apostilló: «si perdemos a Dios, perdemos lo humano».

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