en las cañerías

Pura vocación

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Supongo que cuando fallece cualquier ser querido, todos tendemos a recordar cómo le conocimos y cuál fue nuestro último momento juntos. Con un tremendo desencuentro. Así arrancó mi relación con José María Hernández cuando yo apenas era un becario en ABC y él iniciaba su vida política como jefe de servicio de la Consejería de Medio Ambiente. Quizá fue mi imprudencia juvenil o mi falta de experiencia, pero en cualquier caso acabé saltándome las reglas periodísticas y publicando parte de una conversación «off the record», algo que enfadó, y de qué manera, a nuestro desaparecido Chema. Pero lo que parecía encaminado a enquistarse para siempre como una relación de desconfianza y acritud, se tornó en todo lo contrario gracias a la mediación, ahora más que nunca agradecida, de Silvia Clemente.

Nunca me guardó rencor por aquello, sino todo lo contrario. Notaba que nos apreciábamos y que nos entendíamos en cada uno de los muchos encuentros que tuvimos desde entonces, y en los que siempre salía a relucir el hecho de que ambos compartíamos un mismo origen, la comarca de Ciudad Rodrigo.

El pasado miércoles desayunamos juntos. Cuando entré en la Diputación aún no había llegado, estaba en el médico por un problema de dermatitis. Se encontraba mal, tenía 38 de fiebre. «Vete a casa, Chema, ya quedaremos otro día», le dije nada más comentarme su estado. Pero no, el presidente se veía fuerte y esa mañana tenía otro compromiso institucional con el que cumplir. Hablamos de todo, candidatura de Herrera, nevadas en Palencia, su ánimo para seguir al frente de la Diputación... con ese lenguaje sencillo y creíble que le caracterizaba. «Vamos a buscar a Polanco y nos acompañas a la Catedral que viene la consejera de Cultura», me dijo. Y como un alcalde de pueblo cualquiera, sin coche oficial, sin guardaespaldas, sin boato alguno, caminamos juntos por el centro de Palencia, parándonos a cada instante con los vecinos que le saludaban. La política cercana, la de llevar el despacho a cuestas por la calle, la que le gustaba a Chema. «Cúrate». Le puse por WhatsApp cuando regresaba a Valladolid. Su problema cardiaco le debía estar rondando, pero no dio la cara hasta que ya no fue demasiado tarde. Mientras tanto, él no estaba pendiente de sí mismo, sino volcado en resolver las contingencias de las nevadas en el norte de Palencia. Eso es lo que se llama verdadera vocación de servicio público. D.E.P.

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