Noción personal

Diputados, dos modelos

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Hablamos de los diputados al Congreso, pero bien puede aplicarse también a los senadores. Los representantes del pueblo soberano en las dos cámaras nacionales son una especie, dentro de la clá política, últimamente en el punto de mira de los aspirantes a lo mismo, esto es, a ocupar el sillón desde el populismo, la demagogia, un intenso e inteligente uso de las redes sociales, copiado de Estados Unidos en campañas de Obama, y con la complicidad manifiesta de dos canales de televisión privados que magnifican la portavocía de estos personajes. En este mismo espacio y el mismo periodista que escribe estas palabras anunció con el título: «El nuevo comunismo», parte de lo que se veía venir hace al menos dos años atrás.

Dejando a un lado tiempos pasados, en nuestra restaurada Democracia, independientemente de las siglas políticas a las que representa, el diputado a Cortes, que es como se llamaba tradicionalmente, puede ser aquél que llega para hacer carrera política y no pierde el contacto orgánico y real con sus correligionarios y sus votantes. Con reuniones intensas todas las semanas en su sede provincial, ruedas de prensa y declaraciones públicas sometido al pim pam pum mediático. Que sería lo correcto. Pero también existe el denominado «cunero», esto es, el impuesto por el llamado aparato porque en el centro de decisión y poder, Madrid, no hay sitio para tantos jefes, ni indios que los voten.

El cunero siempre encontrará un motivo o razón para presentarse como un hijo de la tierra a la que dice representar. Sin embargo, a lo largo de la legislatura se le ve la pluma. Y no porque sea jefe indio, si no porque apenas aparece para actos de autoagasajo aunque sea al lado de alguien que viva, piense y actúe en contra de él. La vanidad es lo que tiene. Anula el buen tino.

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