La última fotografía que se conserva del «Fausto»
La última fotografía que se conserva del «Fausto» - CEDIDA
SUCESOS

La inexplicable tragedia del «Fausto» en el Atlántico

Luis Javier Velasco publica una monografía sobre la misteriosa y triple desaparición del pesquero de La Palma y sus tripulantes

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«Luz, tú sabes que Dios quiso para mí este destino.» La frase estaba escrita en lo único que quedó del «Fausto»: una libreta sin la mayoría de sus hojas. Corría el mes de julio de 1968 cuando el «Fausto», un barco pesquero de La Palma, partía de la isla hacia la vecina El Hierro. Lo que ocurrió en adelante es tragedia y misterio, una cadena de sucesos que podría ser guion cinematográfico pero que ya es libro. Luis Javier Velasco acaba de publicar una monografía sobre la desventura del barco y de sus cuatro desdichados tripulantes. El autor explica en conversación con ABC que, de algún modo, su historia cayó en el olvido. Esta es la razón principal que lo llevó a investigar durante 12 años y a escribir el libro: «Ellos merecen que se cuente.»

El «Fausto» era un pesquero de casi 14 metros de eslora construido con pino de La Palma. Un buen barco; de hecho, uno de los mejores que había entonces en la isla, narra Velasco. Durante las fiestas del Carmen de 1968, empresarios con intereses en El Hierro lo fletaron para transportar a la pequeña isla vecina plantones de platanera. En un segundo viaje llevaría útiles para explotar las fincas. Llegó a El Hierro y de allí partió tras dejar la carga con tres de sus tripulantes habituales, los hermanos Ramón y Heriberto Concepción y Miguel Acosta, y una persona más: Julio García Pino, quien trabajaba en una de las fincas de los empresarios y natural del municipio palmero de El Paso. García Pino tenía a su hija enferma y el siguiente barco hacia La Palma no saldría hasta dos días después, de modo que pidió a la tripulación del pesquero que lo llevaran con ellos. Esto ocurrió el 20 de julio; debían estar en su isla hacia las 09.30 horas del día siguiente. Nunca regresaría al puerto de Tazacorte.

El autor de «El Fausto. Historia y misterio de una tragedia» (CSB Ediciones) relata cómo a las primeras embarcaciones que salieron a buscar el «Fausto» se sumó en los siguientes días incluso un avión del Ejército. La desesperación de familiares y amigos continuó hasta el día 25, cuatro después de que los hermanos Concepción, Acosta y García Pino partiesen de El Hierro. Ese día, la radio costera de Tenerife informa de que un buque frigorífico de bandera inglesa, el «Duquesa», los ha encontrado por casualidad durante su ruta a alrededor de 96 millas (cien kilómetros) al oeste de Tazacorte. «Ya es raro una situación tan alejada», puntualiza Velasco. Sea como sea, los ingleses les dan combustible, agua y demás, pues la tripulación del pesquero decide reemprender la marcha hacia La Palma por sus propios medios. Desde el «Duquesa» comunican a las autoridades las coordenadas y calculan que el «Fausto» podría estar ya en la isla hacia las 17.00 horas. La alegría se desborda en Canarias por el previsible final feliz y en el puerto de Tazacorte se aprestan a recibirlos decenas de personas, familiares y amigos. Mientras, una flotilla salía a su encuentro.

Sobre las 19.00 horas, la flotilla regresa sin el «Fausto». Esperan. Hubo quienes permanecieron en el puerto hasta seis horas después en espera de ver llegar el pesquero. Tampoco apareció. A la mañana siguiente, cuatro aviones del Ejército buscan el barco en la zona de las coordenadas que había dado el capitán del «Duquesa». Hay buen tiempo, pero ni los aviones ni el resto de medios «del mayor dispositivo de búsqueda» que se había llevado a cabo hasta la fecha, subraya el investigador y escritor, consiguen dar con el «Fausto». Las noticias a ambos lados del Atlántico y las especulaciones aumentaron con los días (¿se fugaron a Venezuela?, ¿se perdieron?), y con los días, y ante lo infructuoso de la empresa, se retiraron los medios que participaban en la búsqueda. Nada concreto ocurrió hasta el 9 de octubre, ya varios meses después.

Un cadáver

Fue entonces cuando un buque italiano, «en mitad de la nada en una mañana plomiza», cuenta Velasco, se topa con un barco. Un barco abandonado, un barco fantasma cuya matrícula revela que se trata del pesquero de La Palma. En su interior no queda nadie vivo; en realidad solo encuentran un cadáver, desnudo y semimomificado, en la sala de máquinas. La tripulación del mercante de bandera italiana acuerda con las autoridades seguir su trayecto a Venezuela, a puerto Cabello, hasta donde remolcarían el «Fausto». El macabro hallazgo causó una gran conmoción y las noticias trascendieron de nuevo de las fronteras nacionales. La historia, agrega el autor, aún guardaría una penúltima sorpresa.

El día 11 de octubre, 48 horas después, la tripulación del buque italiano vuelve a ponerse en contacto con las autoridades: el «Fausto» se había ido a pique. Sin explicación aparente, el cabo que tiraba del pesquero se había soltado. El barco desaparecía por tercera vez. La nueva búsqueda ulterior tampoco daría resultado.

Un último misterio

Cuando llegan a Venezuela, los italianos hacen entrega de unos papeles que no dijeron haber encontrado en el pesquero hasta la segunda vez que hablaron con las autoridades, cuando informaron de que este, al parecer, se había ido a pique. Apenas una libreta con la última hoja, el resto parecieran haber sido arrancadas. En esa única hoja, García Pino había dejado escritas unas instrucciones para el futuro económico de su mujer, sobre cómo esta debía administrar sus propiedades para un mejor vivir. Eso y dos frases: «Nunca le digas a Julín [su hijo, el hermano de la niña enferma que motivó que se subiera al "Fausto"] lo que me ha pasado.» «Luz [su mujer], tú sabes que Dios quiso para mí este destino.» Las demás páginas de la libreta, como el «Fausto» y su tripulación, desaparecieron.

Hipótesis

Luis Javier Velasco ha escrito su libro sobre la base de un sinfín de entrevistas (con familiares, vecinos, periodistas…) y tras haber buceado en datos y fechas de lo sucedido. En su investigación tuvo además la oportunidad de acceder a información del Ejército que hasta el momento no había salido a la luz. Su particular explicación sobre lo que pudo sucederle al «Fausto» huye de complejas teorías; a su juicio, el trágico desenlace, aunque misterioso, podría tener su origen, simplemente, en una serie de desafortunadas casualidades, inescrutables pero casualidades al fin y al cabo. Él, afirma, ha logrado lo que pretendía: narrar la historia para que sus desdichados protagonistas no cayeran en el olvido.

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