Aspecto que presentaba el Ebro a su paso por Zaragoza en la última riada
Aspecto que presentaba el Ebro a su paso por Zaragoza en la última riada - f. s.
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Aragón salva a Cataluña de verse inundada por el Ebro

La gran presa de Mequinenza evita sistemáticamente que las riadas lleguen con efectos devastadores a tierras catalanas

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Aragón actúa como gran válvula de seguridad del Ebro para Cataluña. El gigantesco embalse de Mequinenza —más de 7.500 hectáreas de superficie y 1.534 hectómetros cúbicos de capacidad total— actúa como barrera. Por lógica, en condiciones naturales los ríos llevan más agua en su tramo final. Por la misma lógica, cuando el Ebro baja crecido, los efectos se dejarían sentir más en su tramo final, el que atraviesa Cataluña antes de desembocar en el mar. Pero no es así. El motivo radica, sobre todo, en el embalse de Mequinenza, pero también en el «sacrificio» obligado que soportan —no sin amarga y reiterada queja— los municipios aragoneses ribereños, sobre todo los situados desde el límite con Navarra hasta Zaragoza capital. Las tierras de estos términos municipales se inundan sistemáticamente cuando hay riadas.

Y, dada la falta de limpieza del cauce, cada vez son más habituales esas inundaciones. Con ellas, de paso, acaba dándosele salida a un gran volumen de agua que se queda empantanando —y anegando— miles de hectáreas de cultivo. A cambio, esos caudales no llegan a Zaragoza capital ni siguen hacia Cataluña.

Campos sacrificados

En la última crecida del Ebro que tuvo lugar la semana pasada, en Aragón se inundaron más de 8.000 hectáreas, más de 4.000 de ellas campos de cultivo en producción. En Cataluña, sin embargo, no se sintieron esos devastadores efectos.

Y es que entre Aragón y Cataluña hay una «llave de paso» que actúa como un gran freno: el embalse de Mequinenza. Construido hace más de 50 años, fue concebido para generar hidroelectricidad. Pero es también un esencial mecanismo para regular los caudales. Lo ocurrido la semana pasada da fe de ello: en Castejón (Navarra) llegó a bajar por el Ebro un caudal máximo de 2.067 metros cúbicos por segundo; cuando entró a Aragón inundó más de 12.000 hectáreas de terrenos ribereños; en Zaragoza, en gran parte gracias a esa masiva inundación de tierras aguas arriba, el caudal llegó amortiguado y alcanzó una punta de 1.739 metros cúbicos por segundo; pero en Ascó (Cataluña), el caudal máximo que llegó se mantuvo estable, en torno a 800 metros cúbicos por segundo, la mitad que en Zaragoza y mucho menos de la mitad que en los municipios situados aguas arriba de la capital aragonesa.

Salvavidas hidráulico

La presa de Mequinenza fue, una vez más, el «salvavidas» de las tierras catalanas del Ebro. En solo cuatro días, los dos más críticos de esa crecida, este embalse aragonés retuvo la friolera de casi 250 hectómetros cúbicos de agua. El día 5, en 24 horas, Mequinenza le evitó al tramo catalán del Ebro 80.000 millones de litros de agua.

Para hacerse a una idea de lo que significan estas cifras: con esos casi 250 hectómetros cúbicos que se quedó el embalse de Mequinenza y que así no llegaron con efectos devastadores al tramo catalán del Ebro, se habrían podido llenar en esos cuatro días cuatro embalses enteros como el de La Tranquera, que regula por sí solo todo el zaragozano valle del Jalón. O, dicho de otra forma, sin el agua que la semana pasada retuvo la gran presa de Mequinenza, el tramo catalán del Ebro habría recibido cada uno de esos días una tromba equivalente a la que se produciría si se reventara una presa como La Tranquera estando hasta su máximo de capacidad. Y eso, evidentemente, provocaría daños de envergadura.

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